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19 días completa hoy la minga indígena en el departamento del Cauca, donde a pesar de los diálogos que comenzaron desde el pasado fin de semana delegados de las comunidades de la región con representantes del Gobierno Nacional, liderados por la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, no se llega a ningún resultado. Por el contrario, da la impresión de que las posibilidades de acuerdos están cada día más lejanas por las crecientes actitudes hostiles de los manifestantes, que ahora convocan a una minga nacional, y la pasividad del Ejecutivo, que se mantiene en la misma posición, sin tratar de hallar nuevos caminos de salida. Da la impresión de que la crisis está en un punto ciego.
Es cierto que los reclamos de las comunidades indígenas pueden ser justos, que desde 1999, cuando se firmaron los primeros compromisos con el Gobierno Nacional se les ha incumplido, que tras cada alzamiento que protagonizan en esa zona del suroccidente del país los delegados gubernamentales terminan comprometiéndose con cosas que se saben irrealizables y que terminan heredando de administración en administración, pero resulta fundamental entender que no todo lo pendiente puede solucionarse de manera inmediata. Hay que buscar fórmulas intermedias que permitan recuperar la normalidad y evitar que se profundice la crisis social y económica que ya tiene características alarmantes. Es evidente que hay brechas sociales muy profundas en Colombia que es necesario cerrar lo más pronto posible.
También es verdad que las vías de hecho no pueden ser aceptadas como mecanismos de presión para avanzar en las negociaciones, y tampoco puede aceptarse que los violentos aprovechen la coyuntura para sacar partido, y mal hacen los políticos con tratar de pescar en río revuelto. No obstante, el Gobierno Nacional debe hacer mayores esfuerzos para resolver los problemas lo más pronto posible y no permitir que un conflicto que pudo tener un desenlace rápido y positivo se complique y se crezca, al punto de perder totalmente el control. 
En ese sentido, fue acertado que Duque atendiera en Palacio a una delegación espontánea de congresistas de la región, para hablar de posibles salidas, pero eso aún no es suficiente. Otros parlamentarios no pudieron hablar con el Jefe de Estado, pero hay que entender que se necesita orden en la manera como debe funcionar la institucionalidad y así mismo hallar los remedios.
Llegó el momento en que el presidente decida si se mantendrá en una posición inflexible o si se decidirá a enfrentar la crisis de otra manera, ya sea yendo al Cauca a escuchar de manera directa a los manifestantes, o actuando para despejar las vías y evitar que toda la economía de la región se siga perjudicando. Tal vez lo más sensato en este momento sea pensar en una presencia mayor del Estado en esa zona, con él mismo ejerciendo el liderazgo ante la problemática, y logrando con ello que cesen las vías de hecho y se emprenda un diálogo civilizado. En la medida en que no se actúe con prontitud, la posibilidad de que haya más violentos infiltrados tiende a acrecentarse.

Adicionalmente, hay que garantizar que los pactos a los que se llegue planteen metas sensatas y plazos claros, indicadores que permitan seguimiento y plantear alternativas de corrección que ayuden a evitar que en el futuro regresen las protestas y los bloqueos, como se volvió recurrente. Dice el Gobierno que en el Plan Nacional de Desarrollo que actualmente se debate en el Congreso se estipulan inversiones por cerca de $10 billones para las comunidades indígenas durante el cuatrienio; la idea en ese sentido sería aterrizar y concretar la inversión de esos recursos en las prioridades que exigen hoy las comunidades de la región.