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El pasado 27 de enero debieron comenzar las clases en la Universidad de Caldas, de acuerdo con la decisión tomada por el Consejo Académico de ese centro educativo, del que hacen parte todos los estamentos universitarios. No obstante, sectores estudiantiles lo rechazan, y con ello se mantiene la anormalidad académica.

El calendario establece que el 20 de marzo terminaría lo pendiente del segundo semestre del año pasado, y a partir del 13 de abril arrancarían las clases correspondientes al 2020, las cuales terminarían el 18 de diciembre; sin duda un año maratónico a causa del cese de finales del año pasado. Debemos recordar que el 2019 fue parecido, ya que se planeó la realización de tres semestres debido al atraso que sufrieron las actividades del 2018 por las grandes movilizaciones de ese año, las cuales llevaron a gran pérdida de tiempo de estudio. Así que se está, de alguna manera, repitiendo la historia: hay poco tiempo para cumplir con todas las tareas académicas.

Los estudiantes argumentan que tienen otras ideas alrededor de la recuperación de clases, para que se puedan tener semestres más extensos. El problema es que su propuesta extendería el calendario hasta el 2021, lo que desde el punto de vista administrativo del Alma Máter enredaría más las cosas, en lugar de solucionarlas. Todos estos traumatismos se hubieran evitado de haberse atendido el llamado de finales del año pasado de continuar las clases sin dejar de participar en las actividades de la protesta social. Con respecto a las garantías académicas y de subsidios que pidieron esta semana, ayer el Consejo Académico hizo los ajustes respectivos, por lo que en eso no hay disculpa.

Otros sectores consideran que el Gobierno Nacional debe resolver primero las peticiones que surgieron desde el llamado 21N del año pasado, que incluyen políticas laborales y pensionales, entre otras varias demandas sociales. Deberían enfocarse en el necesario cambio de la fórmula establecida en los artículos 86 y 87 de la Ley 30 de 1992, que implica que las universidades públicas reciban cada vez menos dineros de la Nación por cada estudiante matriculado. Un asunto para discutir sin necesidad de cese de actividades.

Al día de hoy, lo mejor sería que acogieran la propuesta que les brinda el Consejo Académico de empezar ya a recuperar lo perdido el año pasado, y si hay observaciones alrededor de lo correspondiente al 2020 buscar espacios para discutirlo y llegar a acuerdos. En la Universidad Nacional, sede Manizales, entendieron la urgencia de recuperar y comenzaron clases desde el pasado 16 de enero, para finalizar lo pendiente el 14 de febrero, y así, menos acosados, comenzar las actividades del 2020.

Debe haber entre los estudiantes una reflexión profunda alrededor de los perjuicios que se causan ellos mismos con esta actitud; son los menguados bolsillos de los padres de familia los que sufren el mayor golpe de los sobrecostos de extender los calendarios para poder cumplir metas académicas. Para quienes vienen de afuera de la ciudad las consecuencias pueden ser más onerosas, además de la desmotivación y sensación de quietud que afecta a los alumnos que pierden en ritmo de estudio y terminan agotados pero sin avanzar en los objetivos de conocimiento.

Los directivos han evidenciado que, en medio de necesidades reales de recursos para la educación superior pública, perder tiempo valioso en discusiones mínimas representa un perjuicio más al problema financiero, ya que los gastos diarios de las universidades se mantienen, así no haya estudiantes en las aulas. De tal manera que si hoy se cuenta con un déficit presupuestal elevado, para finales del 2020 las cifras rojas podrían subir. Para el bien de las universidades, de los estudiantes, de la ciudad esperamos que haya un cambio de posición y las clases arranquen de manera normal lo más pronto posible.