Pasó el primer año de los alcaldes y gobernadores del país y resultó más complicado de lo que cualquiera se podía imaginar al comienzo del 2020. Fue una oportunidad para que los mandatarios demostraran las capacidades que tienen para administrar en tiempos de crisis. Claro, para otros es un momento de frustración por no alcanzar a hacer lo que se habían imaginado, o de agobio y se llenaron de temor para tomar medidas necesarias. Resulta interesante saber que en medio de la situación, los planes de desarrollo que aprobaron los concejos municipales, de acuerdo con la ley, poco o nada contemplaron sobre esta nueva realidad. De hecho, varios de ellos suenan bastante ajenos.
En un país en el que se pregona que el voto es programático, el Plan de Desarrollo de una localidad debería ser un documento de comunicación con los ciudadanos, en el que se exprese de manera clara cuál es la idea compartida de la ciudadanía para hacer planes de largo plazo que permitan generar desarrollo y llevar calidad de vida a todos los habitantes. Sin embargo, algunos municipios ni siquiera publican sus planes, sus visiones pueden servir para cualquier localidad como un commodity, carecen de indicadores. Simplemente para muchos es un requisito que hay que llenar y luego pasa al anaquel.
Si diéramos a los planes de desarrollo la importancia que tienen, si los construyéramos con la participación que obliga este tipo de ejercicios con el fin de buscar los puntos comunes que aten a las comunidades, con seguridad que los recursos se invertirían mejor y los objetivos se cumplirían más fácilmente. Mientras se siga viendo la llegada a las alcaldías como un paso en una carrera política, o para mantener el poder un partido político, sin reparar en si su candidato tiene las calidades para gobernar con el rigor que requiere su municipio será difícil lograr administraciones con visión de futuro.
Si se da una mirada a las visiones en los planes de desarrollo, nos encontramos con una cantidad de palabras vacías, muy pocos plantean caminos cumplibles y medibles que ayuden a tomar las decisiones de la Administración que conduzcan el Municipio hacia esa meta. Por eso instamos a los ciudadanos a conocer mejor estos planes, a los concejos municipales a que trasciendan de la aprobación y cumplan con rigor su papel de control político, y para hacerlo con objetividad es que sirven los planes de desarrollo.
Qué bueno que este documento dejara de ser un trámite que hay que cumplir y se convierta en la carta de navegación de un municipio, sobre la cual se construya calidad de vida para todos. Es un instrumento que hace de la democracia un Estado vigoroso que dependa de instrumentos técnicos, y no de las veleidades de los gobernantes de turno.
