El cierre por dos meses de la vía Calarcá (Quindío)-Cajamarca (Tolima), por amenaza de derrumbe en el sector de Bellavista, evidencia que pese a la existencia del túnel de La Línea, inaugurado hace tres meses, es urgente que el Gobierno nacional invierta en mejorar la vía alterna entre Mariquita (Tolima) y Manizales. Desde hace décadas se insiste en esa necesidad ante los oídos sordos de las diferentes administraciones nacionales. Que por La Línea, hasta febrero, solo puedan transitar camiones y buses de 6:00 a.m. a 2:00 p.m. cuando no haya lluvias es una gran limitante. Las restricciones que por esas carreteras se aplican al transporte de carga, en las actuales circunstancias, resultan muy costosas para la competitividad del país.
Hay que entender que en época lluviosa esos sectores de la Cordillera Central son muy vulnerables a los deslizamientos de tierra, por lo que son recurrentes los cierres, lo que hace que se trunquen las expectativas de efectos positivos de la construcción del túnel de La Línea. Ante esta realidad es lógico que podamos tener en Colombia una vía alterna de mejores especificaciones, que ayude a la fluidez del tráfico entre el centro y el occidente del país. No podemos seguir dependiendo de solo una carretera para conectar a Bogotá con Buenaventura, hay mucho en juego y se necesitan decisiones para desatrasar la infraestructura vial.
Desde hace cerca de dos décadas se habla de la ampliación de la carretera entre Mariquita, el páramo de Letras y Manizales, pero solo se han aplicado paños de agua tibia. No se pueden negar algunas mejoras en las curvas, pero no son suficientes para que sea una carretera que impacte de manera positiva la productividad y la competitividad del país. Se habla de variantes en Fresno y en el corregimiento de Padua, pero son proyectos que no se concretan. También se proyecta un viaducto en la zona de Mesones, todos ellos en el departamento del Tolima, pero no se les da prioridad.
Incluso expertos en materia de infraestructura vial se han aventurado a trazar posibles túneles entre Caldas y Tolima, pero solo son vistos de soslayo desde el Ejecutivo nacional. La coyuntura actual nos muestra que llegó el momento de retomar con fuerza esas ideas, sin dejar desviar el objetivo hacia otras iniciativas que no cumplen con el objetivo principal de agilizar los desplazamientos. Actualmente, los vehículos gastan una hora más en promedio entre Bogotá y el Valle del Cauca, y eso debería ser solucionado. La vía por el municipio de Murillo (Tolima) puede ser valiosa para el turismo, pero no para el transporte de pasajeros y de carga, por las obvias limitaciones ambientales al cruzar el Parque Nacional de Los Nevados.
Ahora que la Región Administrativa de Planificación (RAP) del Eje Cafetero acaba de ampliarse vinculando al departamento del Tolima, debería tomarse como bandera fundamental el propósito de que la ampliación y mejora de la vía desde Mariquita hasta Manizales se asuma como prioridad y no se siga aplazando de manera obtusa. Con las obras de Pacífico Tres, que incluyen el túnel de Tesalia entre el Kilómetro 41 y Viterbo, la posibilidad de acortar distancias entre Bogotá y el mar es evidente.
