Poco antes de cerrar su reciente legislatura, el Congreso de la República aprobó la creación del Fondo de Estabilización de Precios del Café (Fepc), una antigua petición del gremio cafetero que logró concretarse tras la dramática caída en los precios del grano colombiano en la Bolsa de Nueva York a comienzos de este año. Inicialmente fue incluido en el Plan Nacional de Desarrollo, ahora se convertirá en ley de la República y quedará pendiente la reglamentación que se le debe aplicar para que pueda entrar en vigencia. Un hecho básico es que solo se activará cuando el precio del café esté por debajo de los costos de producción, que el gremio tiene calculados en cerca de $715 mil la carga.
La noticia fue celebrada por los cafeteros, aunque no con demasiado entusiasmo, debido a que no se sabe todavía de dónde saldrán los recursos que alimentarán dicho fondo. Actualmente se tiene el Igec (Incentivo gubernamental para la equidad cafetera), que es una bolsa de $250 mil millones que se dividen en $203 mil millones para el subsidio de carga, $38 mil millones para renovación de cafetales y $15 mil millones para alivio de deudas, pero la esperanza es que el nuevo fondo tenga más plata. Existe ya la estructura, que sin duda es fundamental y es un primer paso valioso. Vendrá la tarea de pensar muy bien su funcionamiento, cómo se logrará que sea una herramienta útil para las vacas flacas, de tal forma que los productores no tengan que sufrir las amargas consecuencias de los bajos precios.
Cuando la cotización suba, como parece ser la tendencia actual, debe aprovecharse para nutrir el fondo, que como su nombre lo indica solo deberá servir para estabilizar precios, nunca para especular o hacer inversiones que pongan en riesgo su objetivo. Quien maneje el fondo debe actuar de manera conservadora, porque lo fundamental es que los recursos estén disponibles cuando se necesiten.
Por ahora se sabe que se tienen $28 mil millones, provenientes de medio centavo de dólar del total de la contribución cafetera (que es de seis centavos de dólar por libra exportada). No obstante, en época de crisis las cifras para compensar los vacíos en los ingresos suelen ser mucho más altas. Hay que recordar que entre 2012 y 2013 el Gobierno debió subsidiar a los cafeteros en cerca de $1 billón. Habrá que buscar que el Gobierno aporte algunos recursos por vía de regalías, por ejemplo, aunque no la tendrá fácil ante la estrechez en que se encuentran sus finanzas. Al parecer, será el mismo gremio el que tendrá que ser creativo a la hora de buscar dineros para mantenerlo activo, y que no sea solo un cascarón vacío.
Así las cosas, resulta obligatoria una profunda revisión de las finanzas de la Federación Nacional de Cafeteros, donde la mayor parte de la contribución cafetera se gasta en funcionamiento y en salarios que resultan demasiado altos para un panorama de productividad y rentabilidad bastante precario. En general, tendrá que dársele un uso más racional a los recursos de la contribución, para que se vean reflejados con mayor fuerza en la solución de problemas de los caficultores, o mejor, para que impacten de manera más directa en todo aquello que les puede brindar alivio en los momentos de iliquidez.
Si todo funciona bien, ya no se tendrán más cosechas a pérdida. Por mal que estén los precios, los productores podrán vender el grano a tarifas justas, al menos sustentables, y se alejará el fantasma de una crisis más profunda. En los 92 años de la Federación que actualmente se celebran tener un mecanismo que amortigüe los bruscos sube y baja del mercado es una buena noticia.
