Las preocupaciones por la pandemia de la covid-19, la división racial creciente en los Estados Unidos o las tensiones que se tienen hoy entre ese país y China, que debieron ser los temas que seriamente trataran los candidatos a la Presidencia Donald Trump, republicano, y Joe Biden, demócrata, terminaron opacados por el show del irrespeto y la imprudencia, la burla de la democracia, en desarrollo del primer debate entre los dos aspirantes el pasado martes.
La responsabilidad democrática tradicional de quienes aspiran a llegar o permanecer en la Casa Blanca esta vez se vio más opacada que nunca, principalmente por la actitud hostil y desafiante del actual mandatario, quien en medio del caos que reinó solo dejó claro que si no es él el ganador el próximo 3 de noviembre pondrá en duda la legitimidad de la elección, que considerará fraudulenta, algo a lo que nunca antes nadie se había atrevido. Una patanería difícil de imaginar ni en la más atrasada de las repúblicas tercermundistas.
Es realmente lamentable que sea el líder del país más poderoso del planeta quien se comporte de manera tan inadecuada, con el peor ejemplo de indisciplina, con una soberbia y agresividad que resultan sumamente peligrosas en la persona que pretende quedarse en la Presidencia estadounidense hasta el 2025. Ante la ausencia de propuestas consistentes y serias para los habitantes de ese país y para el mundo, Trump se lanza a torpedear cualquier cosa que diga o haga su oponente, solo con el ánimo de despertar pasiones y odio que le resulten favorables en las urnas.
Biden, que es un ser parco y que por momentos luce inseguro, terminó absorbido por el desorden e impertinencia del republicano, lo que deja claro el pésimo momento que transita Estados Unidos en sus liderazgos. Los insultos y los golpes bajos son los que se imponen actualmente entre los principales exponentes de los dos grandes partidos políticos de ese país. En las encuestas recientes el líder demócrata tiene la delantera, pero ya sabemos de la absurda capacidad que tiene Trump de voltear las cosas a su favor con las herramientas vergonzosas.
También resulta incomprensible que el presidente no se haya dignado a rechazar el discurso del odio de la supremacía blanca en contra de los afroamericanos, y que en lugar de ello siga contribuyendo a dividir a una sociedad que cualquier gobernante sensato debería pretender unir en busca de armonía. Trump parece tener el plan de solo exacerbar los ánimos y despertar las más oscuras emociones entre sus seguidores, a quienes no les importa lo que diga y haga, siempre y cuando simulen defender sus intereses.
Eso es tan evidente que el actual huésped de la Casa Blanca no tuvo el menor sonrojo en hacer afirmaciones claramente falsas, verificadas incluso durante el desarrollo del debate, para tratar de demostrar que su cuestionable Gobierno ha sido excelente. Es muy triste ver a la supuesta democracia que fue ejemplo para el mundo caer tan bajo. La esperanza es que en los dos próximos debates, si los hay, se respeten las reglas y que el mundo pueda escuchar a los candidatos hablando de los asuntos importantes.
