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Desde hace décadas se viene hablando de la posibilidad de sacarle partido al turismo en Caldas, lo cual ganó más sentido cuando en el 2011 la Unesco declaró el Paisaje Cultural Cafetero (PCC) Patrimonio de la Humanidad. El éxito que desde hace unas dos décadas tiene esta actividad en el Eje Cafetero, principalmente en el Quindío, viene abriendo las posibilidades de conquistar nuevos espacios que representen desarrollo económico, pero sobre todo calidad de vida para los habitantes de la región, al mismo tiempo que los atractivos turísticos se transformen en ofertas de calidad, a la altura de las exigencias del turismo internacional.
El pasado lunes un informe en este diario dio cuenta de dos propuestas en Caldas, en las que los habitantes de las zonas turísticas tienen un protagonismo esencial. Por un lado la experiencia de la Asociación Turística, Cultural y Comunitaria de la Cuchilla del Salado Pueblito Manizaleño, en el corregimiento El Remanso de la capital caldense. También el trabajo del Comité Turístico de la Laguna de San Diego (Turisandi), en el municipio de Samaná, en el oriente de Caldas. Las dos propuestas corresponden a turismo comunitario, donde los mismos pobladores cimentan su desarrollo y obtienen beneficios. Entre hoy y mañana se hablará en Manizales acerca de estos desarrollos y su proyección a futuro.
Tales como estas hay toda una serie de iniciativas diversas en Caldas que bien llevadas, con la asesoría suficiente y la mente abierta pueden convertirse en alternativas para el progreso regional, que además de brindar bienestar social debe garantizar la implementación de estrategias de sostenibilidad.
En varios de estos casos, las tradiciones campesinas, el cultivo del café, la arquitectura autóctona, la riqueza natural y la historia, en general, son aprovechados para concretar productos turísticos que ya empiezan a tener reconocimiento, luego de haber recibido acompañamiento de entidades como la Corporación para el Desarrollo de Caldas y la Alcaldía de Manizales, entre otros. 
Lo más interesante de estas ideas es que generen ingresos económicos para las comunidades, al mismo tiempo que sus dinámicas cotidianas se desarrollan de manera natural, porque precisamente lo valioso para los visitantes es conocer y vivir esa normalidad del día a día, en la que las comidas típicas, los lugares de esparcimiento, la música y la idiosincrasia, en general, se convierten en experiencias por las que vale la pena pagar. Algunas de estas iniciativas están en la Red Nacional de Turismo Comunitario, pero para ingresar con más fuerza allí, hay que organizarse mejor.
También hay casos en los que el producto ha ido avanzando hacia el ofrecimiento de hospedaje, senderos temáticos, paseos a cascadas, aguas termales, minas, sitios de peregrinación y demás lugares que gozan de atractivos que, en muchos casos, son ignorados por los mismos caldenses. Los programas de avistamiento de aves, que en Caldas tiene múltiples lugares para ser disfrutados, son un gran potencial para este tipo de turismo, que si funciona de manera organizada puede generar múltiples ventajas a los habitantes de esas zonas.

Es buena la idea avanzar hacia la conformación de esa Red Departamental de Turismo Comunitario, en la que lo rural y la naturaleza, bien manejados, se convierten en alternativas reales de crecimiento económico y social. En varios de estos casos, si se acierta en el acompañamiento del capital privado, que sea respetuoso con las riquezas naturales, tendremos en el futuro un Caldas turístico que sea modelo de progreso para todos.