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Si antes de la pandemia de covid-19 el drama de los venezolanos parecía insostenible, es difícil calificar lo que está pasando ahora. Cuando comenzó la emergencia sanitaria una gran cantidad de ellos que habían migrado hacia Colombia y otros países de América del Sur comenzaron a moverse de regreso a Venezuela. En esa aventura se encontraron con un palmo de narices, ya que el régimen de Nicolás Maduro les impidió la entrada como más pudo, limitando la cuota de retorno a cifras diarias ridículas.

Tal situación agravó lo que ya era difícil en la zona de frontera, y de nuevo Colombia cargó con el peso de un creciente número de venezolanos atorado en el paso hacia su país. Pero eso no era lo peor. Muchos de los que lograron regresar y otros tantos que han visto cómo el Gobierno de su país se empeña en hacer sufrir a su pueblo, perciben claramente que todo allí es más complejo, negativo y desesperanzador, por lo que incluso prefieren seguir exponiendo su vida en una tierra ajena a la suya y tratar de salir como sea de Venezuela.

De acuerdo con cifras de Migración Colombia, después de que hace seis meses los migrantes buscaban el retorno en los dos últimos meses la dinámica volvió a cambiar. Quienes conocieron que aquí las cosas están mejor están volviendo con más personas. Se calcula que cada día llegan a nuestro país, de manera ilegal, unos 200 venezolanos. Mientras que en los meses de abril y mayo era normal observar largas caravanas de caminantes hacia la frontera buscando el regreso, la dirección de las caravanas se invirtió y se cree que unos 12 mil migrantes venezolanos circulan ahora por distintas carreteras hacia el interior de Colombia. Unos 300 mil venezolanos podrían llegar en los próximos tres meses.

Todo esto ocurre pese a que la frontera entre Colombia y Venezuela se encuentra cerrada, para evitar una propagación de la covid-19. Peor aún, ahora algunos se aventuran a desafiar las aguas del mar Caribe, con tal de huir de su país y buscar un mejor destino en otras tierras. Fue lo que pasó con la muerte el pasado sábado de 28 venezolanos en un naufragio cuando trataban de llegar a Trinidad y Tobago, en una inusitada ruta de migración llena de todos los peligros, casi que reeditando los dantescos capítulos de los balseros cubanos buscando llegar a los Estados Unidos, a finales del siglo pasado en huida de la dictadura de Fidel Castro.

Para mayor confusión, este parece un episodio típico de las operaciones de mafias de trata de personas, que se aprovechan de las necesidades urgentes de muchos para explotarlos de todas las maneras posibles. Peor aún es que en estas rutas criminales estén implicados, al parecer, miembros de la Guardia Nacional Bolivariana. Lo cierto es que en los años recientes unos 5,4 millones de venezolanos han salido de su país en busca de mejor suerte, de acuerdo con la Agencia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Lo más grave es que la luz al final del túnel se percibe muy lejana.