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Cuando se esperaba que, gracias a los procesos de reapertura gradual del sector productivo desde finales de mayo, el incremento exagerado del desempleo cediera y que, por el contrario, las altas cifras que había alcanzado en las mediciones anteriores comenzaran a descender, el más reciente reporte del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), con corte al 31 de julio, evidencia que es un problema que no ha sido enfrentado con éxito.

Mientras que en el país llegó al 20,2% (la medición anterior fue de 19,8%), en Manizales alcanzó el 27%, una cifra que resulta ser la más alta alcanzada en la ciudad en por lo menos 20 años. En el ámbito local esto significa que hay ahora 55 mil 245 personas sin trabajo, 34 mil 208 más que hace un año por esta misma época. De hecho, casi que el número se triplicó, ya que en agosto del 2019 eran 21 mil 36 desempleados.

Esto evidencia la contundencia que la actual emergencia sanitaria viene teniendo en los empleos, situación que podría tener consecuencias sociales muy negativas, con efectos muy preocupantes para el futuro económico del país, debido a una necesaria caída en el consumo que es el principal motor de una economía.

En el país los desempleados ascienden a 4 millones 559 mil ciudadanos, de los que cerca de 1 millón 902 mil son producto de la pandemia, y entre los cuales las mujeres son las más afectadas, en una relación de 2 a 1 frente a los hombres que perdieron el trabajo.

Este panorama también deja claro que los esfuerzos hechos desde el Gobierno Nacional para darle gasolina a la economía por la vía de los subsidios para las familias pobres, para las nóminas de las empresas y para la protección de los empleos se quedaron cortas. Todo indica que se requiere una mayor inyección de recursos a la economía para mantenerla dinámica y evitar que se siga deteriorando. Esta debe ser una reacción rápida, inmediata, ya que de lo contrario el problema se profundizará y la recuperación será más difícil.

Si en un esquema sin cuarentena cada ciudadano debe hacer su mejor aporte en autocuidado, el Estado debe hacer lo que sea necesario para que se revitalice la economía. Los programas que se han sido insuficientes deberían fortalecerse y hasta pensar en acelerar la iniciativa de renta mínima para alentar el consumo interno. Además, tras la decisión del Banco de la República de bajar al 2% sus tasas, aunque tímida, debe ser seguida por el sector financiero que haga lo propio, e irrigue con recursos baratos todo el sector productivo. De otra manera el panorama a futuro es inquietante.

Insistimos en la urgencia de tomar medidas de fondo, estructurales, para luchar contra ese flagelo. Si antes de la pandemia era necesaria una mayor flexibilización de las condiciones de contratación y nuevas medidas para bajar los costos de los empresarios en la generación de empleos, hoy esa es prioridad de primer nivel. Sin ello la economía no tendrá bases sólidas para recuperarse y nos demoraremos demasiado para volver a tener cifras positivas.