El Hospital Público Veterinario que se construye en las afueras de Manizales, al lado de la Unidad de Protección Animal (UPA), cerca de San Isidro, costaría unos $3.700 millones, cuando el valor que se calculó inicialmente fue de $3.200 millones. Inclusive, muy al comienzo se pensó que esa obra no costaría más de $2.500 millones. Ese sobrecosto, sumado a que no se tiene claridad acerca de cómo se pondrá en funcionamiento para que sea sostenible, tiene preocupados a muchos manizaleños que sienten que se hizo una inversión demasiado alta para una obra dedicada a los animales, cuando la atención en salud para los seres humanos tiene tantos problemas, como es el caso de los niños que ya no cuentan con un hospital especializado en la ciudad.
Que en el presupuesto inicial no se hayan contemplado un tanque de almacenamiento de agua y un transformador de energía con su respectiva conexión al circuito de La Linda, y que se hayan tenido que ejecutar movimientos de tierra y otras obras complementarias que no se tenían previstas es muestra elocuente de los vacíos de planeación que se tuvieron y de la improvisación con la que todavía se ejecuta lo que ya se contrató. Lo más claro hoy es que una vez se hagan las obras faltantes (fachada, mobiliario fijo, ascensor, sistema contra incendio, muros y cielos), el problema que aún no tiene respuesta es cómo va a funcionar.
La pasada administración que se empeñó en sacar adelante el proyecto, planteó varios lugares para su construcción e incluso buscó alianza con la Corporación Autónoma Regional de Caldas, Corpocaldas, para hacerlo realidad, pero finalmente optó por construir el hospital en un lugar que es visto como muy lejano y con reparos por su entorno. Eso llevó a que Corpocaldas se retirara de la iniciativa. Antes de que se diluyera la alianza, la idea era que además de las especies domésticas allí también se tuviera un espacio para la recuperación de la fauna silvestre.
Lo cierto es que para finales de marzo se tiene prevista la entrega de la obra, y que para ese momento ya debe estar definido lo que se hará para garantizar no solo que funcione, sino que dicha operación sea sostenible. Por el bien de la ciudad ojalá se halle la fórmula, pues sería lamentable que estemos ante un elefante blanco sin pies ni cabeza. Se tiene la sensación de que hubiera sido suficiente con hacer un convenio con la Facultad de Veterinaria y Zootecnia de la Universidad de Caldas para lograr el objetivo propuesto de atender a las mascotas de los manizaleños, pero la urgencia hoy es encontrar salidas que hagan viable lo que ya se hizo.
Hay varias ideas sobre la mesa frente a las cuales se debe buscar un rumbo. Una es que, aprovechando el paso que se dispone a dar la región de convertirse en Área Metropolitana, su cobertura se haga más amplia y llegue, por medio de convenios con las alcaldías, por ejemplo, a las mascotas de los municipios vecinos. También se explora la posibilidad de que quienes tienen la experiencia en este campo logren garantizar la operación; en ese sentido repensar la alternativa de que la Universidad de Caldas se encargue no puede descartarse.
Otra opción podría ser que los consultorios y centros veterinarios privados usen esas instalaciones para atender a todas las mascotas de la ciudad, bajo el entendido de que el hecho de ser un hospital público no implica que sea un lugar donde atiendan gratis a los animales. Lo fundamental es que lo ya construido pueda cumplir el objetivo para el que se hizo.
