Ayer en la tarde el ambiente era tenso en el Centro de Manizales. La presencia de unas 50 personas de organizaciones sociales en la Plaza de Bolívar, donde exigieron que los jóvenes no sigan siendo víctimas de masacres ni ataques de ningún tipo, alertó a las autoridades de Policía, quienes haciendo uso del Esmad cerraron temporalmente las carreras 21 y 22 a la altura del Parque Caldas. Eso derivó en insultos y arengas en contra de la fuerza pública. Más tarde se llevaría a cabo una marcha desde el Parque de la Mujer para rechazar la brutalidad policial que ya suma 13 muertes en Bogotá y Soacha (Cundinamarca).
La noche del jueves tampoco fue tranquila en Manizales, especialmente en los sectores de El Cable y Palermo. Una concentración de jóvenes cerca de la Torre de Herveo, que rechazó la muerte del abogado y taxista Javier Ordóñez y la violenta represión de los uniformados en varios sectores de Bogotá, terminó convertida en actos de vandalismo, que se tradujeron en destrucción parcial del CAI de El Cable y en otros daños en la infraestructura pública y privada de la zona.
No hay duda, así ahora digan que nada tienen que ver con los hechos, que varios líderes alentaron a los jóvenes a reunirse para la protesta, en lo cual no hay nada malo. Por el contrario, es evidente que en una democracia ese derecho es fundamental y debe tener el respaldo ciudadano y el respeto del Estado, pero no puede haber tolerancia con el vandalismo y la violencia como formas de expresar el descontento. Quienes impulsan estas protestas que se salen de control también tienen que salir a responder por las consecuencias de sus palabras y actos.
Tampoco hay duda acerca de la conducta reprochable y hasta criminal de los policías que mataron a golpes y corrientazos a un ciudadano que pudo haber sido castigado por sus faltas sin necesidad de lastimarlo, y también es censurable que otros uniformados dispararan a matar de manera indiscriminada contra manifestantes en varios lugares de la capital del país. Hay maneras contundentes pero legales de reaccionar cuando aparecen turbas de vándalos y desadaptados, y nunca será aceptable usar armas de fuego. Por eso, estuvo bien que ayer el ministro de Defensa, Carlos Holmes, pidiera perdón en nombre de la Policía por las violaciones a la ley cometidas por algunos de sus miembros.
Es fundamental que, en la actual coyuntura, desde el Gobierno Nacional se actúe de manera ecuánime, en procura de no volver a cometer los errores de noviembre pasado, cuando en casi todas las ciudades del país ocurrieron violentas y numerosas protestas que terminaron en choques cruentos con la fuerza pública. Desde la oposición política al gobierno del presidente Iván Duque también se requiere mucha sensatez, para no terminar encendiendo una llama que podría conducirnos al caos. Ya lo hemos dicho: la brutalidad no puede atacarse con brutalidad; el empeño de todos debe ser calmar los ánimos y encontrar la manera de ejecutar cambios que nos garanticen una convivencia pacífica, respetuosa de derechos.
