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La tasa de desempleo para septiembre pasado fue del 10,2%, manteniéndose una tendencia al alza que resulta preocupante para la consolidación del crecimiento económico y para la superación de múltiples problemas sociales que tiene el país. El hecho de que en un año se tenga un incremento de 0,7 puntos en este indicador, que en septiembre del 2018 estaba en un solo dígito, 9,5%, exige una reacción decidida. Además, según expertos, la actual es la tasa más alta de desocupación para el mes de septiembre desde el 2010.
Hoy se tienen en el país 2,53 millones de personas desocupadas, es decir, 153.000 más que hace un año, con el agravante de que son las mujeres las que menos oportunidades de emplearse tienen; para ellas la tasa de desempleo es del 13%. Otro componente que genera preocupación es que la mayor parte de la proporción en la pérdida de puestos de trabajo está en las áreas rurales. Así las cosas, en lugar de avances, el país está sufriendo retrocesos en materias que deberían contar con estrategias de acción efectivas y prioritarias, si realmente queremos avanzar en equidad.
Para ciudades como Manizales, donde el incremento en el desempleo viene en aumento desde hace cerca de dos años, sería útil observar qué es lo que están haciendo Cartagena, Barranquilla, Bucaramanga, Pereira y Bogotá, principalmente, ya que allí se tienen datos inclusive por debajo del 7%, como en Cartagena (6,6%), que deben tener una explicación más allá del comportamiento económico nacional. Si bien, en general, hay destrucción de empleo en todo el país, esas ciudades parecen estar mejor preparadas que el resto para hacerle frente a la tendencia negativa.
Ya es hora de que haya desde el Gobierno Nacional una reacción que apunte a romper con la caída. No podemos seguir recibiendo respuestas acerca de que no se sabe muy bien qué debe hacerse para combatir el desempleo. Más aún, los colombianos requerimos decisiones claras que apunten a avanzar en la formalización laboral, que es la que puede tener reflejo real en la calidad de vida de más personas. Una informalidad, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), del 48,5% es un indicador bastante alto. Es consuelo de tontos que la informalidad más baja sea del 39,4%, en Bogotá, seguida por Manizales, en 39,6%; porque es fundamental apuntar a una formalización del 100%.
Cuando se es informal es prácticamente imposible cotizar a los sistemas de salud y de pensión, lo cual deriva en graves problemas para la salud de muchos colombianos, y la casi segura certeza de que la mayoría de los habitantes de este país no podrán pensionarse. Todos estos temas deben ser tenidos en cuenta en las reformas laboral y pensional que anuncia el Gobierno Nacional, en las que no se puede cometerse el error de tomar medidas que pongan en riesgo los empleos actuales, como tampoco ir e contra del bienestar que un empleo debe garantizarle a un trabajador. 

Hay que lograr acuerdos productivos entre empresarios y trabajadores que apunten de verdad hacia las soluciones. La flexibilización laboral debe ser un paso importante, en el que se facilite el pago por horas, pero con todas las prestaciones de ley. También hay que analizar con detenimiento la mejor manera de generar empleos para los jóvenes, pero sin caer en discriminaciones que terminen siendo contraproducentes para todos. Una manera tan artificial de generar empleo no puede conducir a nada positivo. Lo más importante sería tomar medidas que incentiven la producción nacional, ya que por ese camino es posible generar nuevos empleos de buena calidad, e incluso darle oxígeno al consumo interno, que es el verdadero motor de la economía.