Terminó otro año con más pena que gloria para el Once Caldas y la frustración de los hinchas ha sido grande. El fútbol profesional, como otros espectáculos se forman de un binomio, que constituye en su esencia una paradoja: se trata de una actividad privada, cuya inversión y riesgo es de los dueños de los equipos, pero no sería posible si no fuera por los espectadores que gracias a que se vuelven fanáticos, convierten en pasión lo que podría ser apenas asunto de números.
Si lo anterior funciona con el equilibrio que se requiere se logran grandes resultados, pero si sucede lo contrario, los fracasos pueden ser estrepitosos. El Once Caldas es una pasión de la mayoría de caldenses, así no tengan una sola acción que los acredite como propietarios o socios. Por eso, lo mínimo que merecen es el respeto de los directivos para conformar un equipo con ambición de lograr resultados que le den la gloria y haga que sus fanáticos se vuelvan orgullosos de seguirlo.
La otra parte del juego la componen los jugadores de fútbol, hoy en proceso de una protesta legítima con el fin de reclamar condiciones dignas de trabajo, que no se dan en todos los equipos colombianos. Pero también deben entender varios de ellos, que la gente paga su boleta para ir a los estadios y presenciar un espectáculo con altura. Sin embargo, algunos jugadores parecen conformarse con tener un contrato y hacen poco por honrar sus obligaciones. Lo que esperan quienes siguen a un equipo de fútbol es que los jugadores se la jueguen en cada partido. No se trata simplemente de ganar, no; de que se vuelvan hinchas ellos, tampoco. Es que actúen como profesionales y dejen la piel en la cancha. Que demuestren el compromiso y que si han de perder lo hagan con las botas puestas, con el respeto por el rival, con la entrega durante todos los minutos que dure el juego.
Infortunadamente, durante este año el Once Caldas mostró ser un equipo apocado, tanto en lo administrativo como en la cancha. Desde que el accionista mayoritario se hizo con el equipo encontró una oportunidad para hacer buenos negocios con jugadores, pero no ha logrado armar un grupo administrativo y deportivo lo suficientemente conocedor de este deporte como para entender las necesidades de los hinchas y de cómo el mejor negocio es tener un equipo competitivo con vocación por ganar. También ha fallado la dirección técnica, que llegó con mucha expectativa e hizo una temporada decorosa, pero ha permitido que se le metan al camerino, no ha sabido liderar a todos los jugadores para que se comprometan en el proyecto y no ha entendido que la plaza de Manizales se acostumbró a ganar y es exigente.
Ojalá, ahora que llegan los balances, se hagan todas las reflexiones y se aprenda de los errores. Las instituciones no se acaban por un par de malas temporadas, pero sí lo hacen si los errores no se corrigen, si se insiste en las malas decisiones. Así han sucumbido varios equipos de primera línea que han tenido que padecer luego los rigores de estar en la B. Así pues que esperamos que se piense en tener un Once Caldas recuperado y digno para dar la pelea el próximo año. Esta hinchada no merece más fracasos.
