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No han sido buenos los últimos años de los cafeteros. El buen precio del grano por encima del millón de pesos con el que se cierra el 2019 y la devaluación del peso, poco o nada aportan a sus finanzas, pues llegó cuando el café escasea y solo unos cuantos han podido aprovecharlo. Se cumplió durante la primera semana de diciembre el 87 Congreso Cafetero, en el que el gremio y el Gobierno dialogaron sobre las políticas que deben impulsarse, siempre con una visión determinante: mejorar la calidad de vida de los campesinos que se dedican a esta actividad.

Para lograr los objetivos es imprescindible sostener la calidad del producto, algo que no parece tan claro como en otros años, por cuenta de la forma en que se está dejando de fertilizar. Por eso un gran reto es controlar los costos de los fertilizantes. Un cultivo que recibe los abonos necesarios es una producción segura que garantiza la buena cantidad y calidad del grano, para poderlo vender a mejor precio. El problema es que si no hay abono, será muy difícil obtener una producción suficiente que permita precisamente librar costos y ganar algo. Al no hacerlo, se termina en un círculo vicioso que afecta el ingreso del campesino. Por eso, bien haría el Gobierno en crear algún tipo de programa que impida la volatilidad de los precios de estos productos.

Como cada año sigue quedando la sensación de falta trabajar en aumentar las tasas de consumo interno del grano, y hacerlo con café de mayor calidad. Anualmente en el mundo crecen más o menos en tres millones y medio los nuevos bebedores del café, aquí nos quedamos en tímidos intentos y nos consolamos con cifras mediocres. Un consumo interno importante, de buena calidad, permitiría una menor dependencia de los precios de la bolsa. El café es de los pocos productos que garantizan su venta y por eso la institucionalidad es clave, y de la que sigue sin aprenderse en otros campos. La renovación cafetera de los últimos años, permite que se tenga ya un 83 por ciento del área sembrada en café con variedades resistentes a la roya.

El Gobierno debe brindar importancia a las 500 mil familias cafeteras que permitieron el cambio del país en los últimos 100 años. La decisión de mantener un Fondo de Estabilización de Precios, que arrancaría con unos 220 mil millones de pesos, el cual debe servir para las vacas flacas, pero tampoco puede convertirse en única solución, pues se requiere mucho más que eso para salvar el futuro de la caficultura colombiana.

 

Un tema del que poco se habló en el Congreso Cafetero, pero que es clave, tiene que ver con el Paisaje Cultural Cafetero que involucra a buena parte de los municipios productores del Eje, pero que sigue sin generar el impacto deseado. La declaratoria de la Unesco está amenazada porque cambia la vocación del territorio, porque no hay apropiación de la tradición y en su lugar se cometen actos que atentan contra ella y el cambio demográfico que confirmó el censo también crea inquietudes. Esta declaratoria debe ser un dinamizador de recursos para los cafeteros, pero eso no sucede. Así que en la diversificación del café este sería un punto bien interesante que debe desarrollarse mejor.