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Es una vergüenza para el mundo democrático lo que ocurre en Venezuela, donde Nicolás Maduro sin el menor escrúpulo actúa como un dictador al que nada le importa, así eso implique pisotear derechos y burlar las divisiones de poder que deberían tener una mínima consideración y respeto. Da un golpe sobre otro golpe, sin ningún tipo de rubor. Todas las triquiñuelas que el autócrata y su séquito ejecutaron el pasado fin de semana para bloquear la reelección del diputado Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional constituyen una sucia jugada de la que debería avergonzarse.
Por fortuna, la persistencia de Guaidó y un amplio número de diputados que lo respaldan llevó a que ayer pudiera superarse el cerco que la Policía Nacional Bolivariana (PNB) instaló alrededor de la sede de la Asamblea Nacional (AN) para impedirles su ingreso al recinto. Eso permitió que la elección irregular del chavista Luis Parra pudiera rectificarse y que el presidente encargado del vecino país fuera respaldado por una contundente mayoría para ser reelegido en la cabeza de la AN y mantener firme la misión de oponerse a los abusos del oficialismo.
Algunos analistas piensan que este nuevo exceso de Maduro y sus amigos evidencia un gran desespero por sentir que, efectivamente, cada vez pierden más terreno frente a una oposición que se fortalece y es creciente amenaza a sus mezquinos intereses. Sin embargo, como dice el adagio popular, esta vez el tiro les salió por la culata. La manera en que se desarrollaron los hechos ponen de nuevo a Guaidó en primer plano, mientras que los líderes del régimen autoritario empiezan a ver cómo antiguos aliados les dan la espalda, como en el caso de Argentina, al mando del presidente Alberto Fernández, quien ahora toma distancia al observar una actuación tan irracional y descarada de los chavistas.
Si antes la presencia de Maduro en el gobierno venezolano era considerada ilegítima, con lo ocurrido el pasado fin de semana esa condición alcanzó niveles que deberían preocupar a quienes aún respaldan ese régimen. Evidentemente nada les importa y están dispuestos a pasar por encima de todo lo que se les atraviese con tal de mantenerse en el poder. La mala situación económica a la que han llevado al pueblo venezolano y el cinismo con el que se mantienen en el gobierno es un argumento adicional acerca de la arrogancia y la aberración con la que actúan con naturalidad pasmosa.
Ahora bien, no puede olvidarse que gobiernos como los de Rusia y China se mantienen impávidos ante las actuaciones de Maduro, por el solo hecho de tener mayores intereses en el petróleo venezolano y poner sus intereses económicos por encima de la ética política. Esperamos que ante tanto abuso de poder el sistema autoritario de Venezuela se quede solo pronto y que no tenga más opción que dejar el campo libre a nuevas elecciones, con las que pueda acceder al Palacio de Miraflores un líder que sí cuente con la legitimidad que necesita el vecino país y el mundo democrático.

Es inaceptable que el régimen de Maduro persista en perseguir y limitar las libertades de los medios y los periodistas que buscan informar la realidad de lo que está pasando. Bien hace la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en condenar la censura impuesta en Venezuela durante la elección de autoridades legislativas, tratando de ocultar la trampa que fraguó pero que, por fortuna, no prosperó. Esas jugadas antidemocráticas deben ser rechazadas de manera vehemente y persistir en la idea de lograr un escenario en el que Maduro tenga que admitir que no habrá más campo para los abusos y las violaciones