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Se desarrolla en Nueva York la 74ª Asamblea General de las Naciones Unidas, donde hay gran expectativa acerca de las conclusiones y del compromiso de las grandes potencias de aportar a la estabilidad del mundo. Hasta el momento hemos visto discursos que van en contravía de la armonía que debería buscarse, y por el contrario que apuntan a generar polarizaciones inconvenientes y que reviven fantasmas de nacionalismos peligrosos que ya creíamos superados. Esperamos que en lo que queda del magno evento se perciba un ambiente más constructivo, que nos transmita tranquilidad a todos. En ese sentido, las palabras del presidente francés, Emmanuel Macrón, estuvieron orientadas a evitar los patriotismos excesivos y a cooperar más.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, llegó con un discurso más radical en contra de la globalización y el multilateralismo, que preocupa. En eso fue secundado por el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien enfatizó que el futuro les pertenece a las naciones soberanas e independientes, lo cual suena bonito, pero que en boca de ambos líderes y analizado en contexto no es más que la reformulación de conceptos chavinistas y xenófobos que nos podrían causar graves problemas. Estas propuestas populistas que, infortunadamente, vienen tomando fuerza, deben ser repelidas con acciones que conduzcan a fortalecer la democracia en el mundo.

Tanto Trump como Bolsonaro se refirieron al régimen de Nicolás Maduro, indiscutible dictador de Venezuela. El vecino líder, quien expone ideas nacionalistas y proteccionistas similares a las de sus críticos pero desde el punto de vista de la izquierda más radical, no asistió este año a la asamblea, pero a cambio estuvo el ministro de Exteriores, Jorge Arreaza, quien defendió a su presidente y demás miembros del chavismo, haciendo hincapié en que Venezuela es víctima de una especie de complot internacional. También el presidente colombiano, Iván Duque, habló acerca del enorme peso de llevar a cuestas la creciente migración venezolana, con muy poca ayuda, y de la necesidad de adelantar elecciones presidenciales allí, para recuperar el camino de la democracia.

El mandatario de Colombia también se refirió a los desafíos que plantea emprender un trabajo coordinado para proteger la Amazonía y hacerle frente oportunamente a los incendios que la vienen consumiendo. Preocupa mucho que el presidente brasileño insista en que esa zona del mundo no tiene por qué generar acciones desde el resto del planeta, por ejemplo, por considerar que es falso que esa amplia región, de la que también hacen parte Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana y Suriman, sea el pulmón del mundo y patrimonio de la humanidad. No ve por qué a todos nos tenga que importar lo que pase en ese inmenso bosque tropical andino. Esa vocería de Bolsonaro frente a la Amazonía no es aceptable.

También hay expectativa por las conclusiones alrededor de las acciones para fortalecer la lucha contra el cambio climático, la guerra comercial entre los Estados Unidos y la China, así como los conflictos en el Medio Oriente, donde la rivalidad creciente entre Irán e Israel, y los problemas con Arabia Saudita vienen escalando de manera peligrosa. Al mismo tiempo, otros temas que están en la órbita de las conversaciones como el avance del proyecto nuclear iraní, los riesgos que persisten en el mismo sentido en Corea del Norte, y las tensiones internas que se tienen hoy en el Reino Unido, debido a las consecuencias de un posible comienzo del brexit sin acuerdo también generan preocupación.

Este año dos dirigentes clave en la escena internacional, los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de China, Xi Jinping, son ausencias significativas que ojalá no pesen en las conclusiones que deben buscarse para garantizar la paz mundial. Por lo pronto, esperamos que el secretario general, Antonio Guterres, ayude a bajar la tensión entre Colombia y Venezuela, ya que un conflicto con nuestros vecinos nada nos conviene.