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Con la celebración de los 200 años de la Batalla de Boyacá, que nos liberó del yugo de la Corona Española, y el primer año de gobierno del presidente Iván Duque, pasó casi desapercibido el cumpleaños 200 del municipio de Riosucio, próspera población del occidente de Caldas que tuvo un comienzo bastante particular, en el que la convivencia ha sido un factor clave de su historia y su cultura. Hoy es un pueblo multiétnico con lugar especial en la historia colombiana. 
Los historiadores cuentan que los mineros mulatos de Quiebralomo y los indios de La Montaña protagonizaron desde el siglo XVIII un conflicto por ocupar el actual lugar de la población. Tras muchas discusiones y ambivalencias se llegó al acuerdo de compartir el territorio aunque con fronteras internas y hasta con dos parroquias y dos plazas, lo cual explica la cercanía de San Sebastián y La Candelaria, que constituyen sendos atractivos turísticos e históricos de Riosucio. Fueron frecuentes las disputas de los dos pueblos en los primeros años, hasta que se logró la paz con la fórmula de la cultura: a esta realidad obedece la existencia del Carnaval de Riosucio que se celebra cada dos años, donde un diablo bonachón es expresión de esa paz a través del jolgorio.
Con el paso de los años, la consolidación del municipio y el reconocimiento de los resguardos desde 1919 se puede afirmar hoy que habita allí un crisol de etnias en sana convivencia, pese a los conflictos que perviven alrededor de la pertenencia de la tierra y otros valores ancestrales que son interpretados de distinta manera por cada pueblo. Son cuatro resguardos que todavía tienen desavenencias territoriales, frente a lo cual todavía el Estado mantiene diálogos con sus líderes para buscar soluciones definitivas.
Ante estas tensiones, el llamado a los líderes es a actuar con mucha responsabilidad, a no permitir que la convivencia se dañe por culpa de quienes quieren pescar en río revuelto. Lo principal es que todos los pobladores de la región se reconozcan como riosuceños, sin importar su etnia, como ha pasado durante dos siglos, y que la necesidad y conveniencia de convivir en paz sea un valor supremo, porque si reina la armonía también hay la posibilidad de crecer y desarrollarse para el beneficio general.
En medio de esta carga de historia y realidad, Riosucio es hoy el municipio con mayor crecimiento en el occidente de Caldas, no solo en población, como lo reveló el Censo 2018, sino en su economía, de la mano de la industria de la confección que gana cada vez más fuerza e identidad propia. Los empresarios que lideran esta apuesta han contado con el apoyo de Manizales Más y la Cámara de Comercio; hay que reconocer que esa asesoría es acertada y que los emprendedores han sido receptivos a las recomendaciones. De ahí su éxito y sus posibilidades futuras.

La particularidad de este municipio lo convierte en atractivo indiscutible de nuestro departamento, depositario de historia y de cultura al lado del emblemático cerro del Ingrumá, que durante toda esta semana ha estado de fiesta y lo seguirá durante todo agosto. En el marco de esta rica historia es más que justo el reclamo que líderes culturales le hacen al Congreso de la República para que el Carnaval sea declarado Patrimonio Histórico y Cultural de la Nación, y adicionalmente lograr que la Unesco lo reconozca como Patrimonio de la Humanidad. Un buen avance es que la Gobernación de Caldas y el Ministerio TIC hayan creado la estampilla del Carnaval, como parte de esta importante celebración, para llevar la imagen de la fiesta a 192 países.