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El martes pudo ser el día en que Venezuela tomara un nuevo rumbo, alejado de la dictadura que hoy encarna Nicolás Maduro, quien se hizo reelegir el año pasado haciendo uso de toda clase de artimañas para que los opositores no pudieran quitarle el poder de manera democrática. La Operación Libertad, en la que el líder opositor Leopoldo López fue liberado con la ayuda de un comando de soldados golpeó, sin duda, al régimen chavista, que vivió momentos de pánico cuando empezó a hablarse de una supuesta mayoritaria rebelión militar contra Maduro, que al final no resultó cierta.
No obstante, terminada la jornada el gobernante venezolano (quien según el secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, llegó a pensar en huir del país hacia Cuba) reapareció con un discurso de acento triunfante manifestándose víctima de un intento de golpe de Estado, patrocinado por la Casa Blanca. Da la impresión de que lograr que los militares le den la espalda a Maduro y faciliten el tránsito hacia la democracia en Venezuela no será una tarea tan sencilla como se había pensado, y que se necesita mucha más presión para lograr el objetivo de que el usurpador venezolano dé el paso al costado.
En ese sentido fue positiva la masiva movilización de ayer por las calles de Caracas, encabezada por el presidente interino, Juan Guaidó, con la que se le recuerda al régimen que hay una gran mayoría de ciudadanos venezolanos que anhelan un cambio profundo, y que no están dispuestos a padecer por mucho tiempo la desgracia de un gobierno que ataca a su propio pueblo y que cada día lleva al país más a la ruina. La presión de los mismos venezolanos es la única que podrá lograr cambios reales, que le permitan a ese país construir un mejor futuro.
El gran respaldo internacional a las acciones lideradas por Guaidó para acabar con la dictadura es un componente importante para avanzar en el debilitamiento del régimen, pero tal apoyo será clave en la medida en que se concentre en acciones diplomáticas, sanciones económicas y otras medidas no violentas que persuadan a los habitantes de ese país de la urgencia de avanzar hacia los cambios, sin permitir que el mandato déspota de Maduro se afiance más.
En ese sentido, hablar de que una intervención militar no es descartable, y pretender que Colombia actúe como escudo para una confrontación de este tipo, es inconveniente. Un tránsito a la democracia tiene que hacerse por canales que no conviertan en mártires a los que abusan del poder y que brinden legitimidad a quienes lleguen a un eventual gobierno. De otra manera, solo se estaría sembrando la semilla de un nuevo conflicto del que sería perdedora toda la región.

Lo más complicado es que tras el fracaso en el alzamiento militar del 30 de abril, y tomando en cuenta la versión de altos funcionarios estadounidenses, quedó claro que los rusos dan un férreo apoyo a Maduro que no será fácil de romper. Que los militares cambien de opinión también es difícil, debido a los beneficios que reciben de la renta petrolera, que si bien se ha visto golpeada por las sanciones económicas, todavía representa recursos significativos. Es una lástima que se haya desperdiciado la oportunidad del martes, cuando debió existir una acción más estratégica, con varios puntos de impacto que habrían obligado al cuerpo castrense a prestar un apoyo mayoritario a Guaidó, y así ingresar al Palacio de Miraflores, como presidente en propiedad, dispuesto a llamar a unas prontas elecciones generales que garanticen la construcción de un nuevo horizonte.