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La amenaza de un pequeño grupo de delincuentes, quienes después de tener la posibilidad de reinsertarse en la sociedad colombiana con prerrogativas a cambio de que no volvieran a la guerra, no puede hacer que el país pierda el rumbo de la paz en el que se han logrado avances significativos. Cifras oficiales aseguran que el 90% de quienes empuñaron por años las armas en las Farc y decidieron abandonarlas en el 2016, se mantienen firmes en lo pactado. Sería absurdo que unos pocos insensatos, cuya mentalidad se mantiene estancada en la mitad del siglo pasado, puedan trastornar el porvenir tranquilo que ya comenzó a construirse.
En el tiempo transcurrido desde la firma del Teatro Colón hasta la fecha, con todas las veleidades sufridas en la implementación del Acuerdo de La Habana, se evidencia que siempre será mejor una paz con errores que una guerra perfecta. Hoy los miembros del partido Farc, encabezados por Rodrigo Londoño, Timochenko, demuestran que están realmente comprometidos con la democracia colombiana y que su principal objetivo ahora es contribuir a superar la violencia que padecimos durante décadas. Al considerar “delirante” el proyecto de alias Iván Márquez y compañía dejan claro que su dejación de armas fue en serio y que no están dispuestos a mirar al pasado.
Aunque no deja de ser preocupante el rearme de un pequeño grupo de exmiembros de las Farc (algo que es natural y previsible en este tipo de procesos), sería insensato pensar que la paz fracasó. Hay múltiples experiencias en las que víctimas del conflicto armado y desmovilizados impulsan en conjunto iniciativas que buscan el bienestar de comunidades que hasta hace poco padecían la azarosa cotidianidad de las confrontaciones. Pese al lento ritmo de avance de la implementación, se tienen victorias tempranas que llevan a pensar que pequeños fracasos no pueden ocultar los grandes beneficios de que la mayor parte de los líderes y de las bases de la exguerrilla estén dedicados a la vida pacífica y productiva, en lugar de estar causando dolor y miseria.
Casos como el de ocho mujeres víctimas del conflicto y 32 excombatientes de las Farc que se beneficiarán con la construcción de 10 estanques para la explotación de peces en la vereda La Pangola, de Riosucio (Caldas), son claro argumento del indiscutible beneficio de la paz, frente a aquellos que todavía piensan que haber logrado un desarme a través del diálogo fue equivocado, y que quisieran hacer trizas los acuerdos. En esto hay que valorar el compromiso de los beneficiarios para superar sus rencores y diferencias y darle paso a una convivencia pacífica, que les permite mirar hacia el futuro con optimismo. Es muy bueno para nuestra región que se estén dando estos hechos positivos, ya que el beneficio de la tranquilidad territorial es para todos.
Desde luego que ante los hechos recientes se precisa una reacción del Estado que conduzca a la captura y severa judicialización de estos disidentes. Al haber preferido mantenerse en el crimen, ligados a las actividades de narcotráfico y minería ilegal, que además de estar enmarcados en economías perversas dañan gravemente el medioambiente y multiplican las violencias, esa organización delictiva debe ser perseguida con toda energía hasta lograr su desarticulación. 

Es preciso demostrar que quienes insistan en hacer la guerra fracasarán, mientras que los que persistan en la construcción de la paz lograrán dar la luz que tanto necesita este país. El caso colombiano le dio al mundo la esperanza de que los conflictos internos de los países pueden resolverse con el diálogo, y en eso no puede haber retroceso. Hoy más que nunca hay que persistir en que la paz es la mejor salida que tiene Colombia para la creación de un futuro próspero para todos.