Fecha Publicación - Hora

A las cero horas de mañana, 1 de enero del 2020, arranca la tercera década del Siglo XXI, ante la cual hay múltiples expectativas en toda clase de temas y en diversos ámbitos. La idea no es hacer futurología, pero hay sueños y anhelos locales, regionales, nacionales e internacionales que vale la pena revisar y buscar que, como se dice popularmente, los astros se alineen para que los resultados sean favorables al bienestar y a la calidad de vida de quienes habitamos en la Tierra. Ojalá que al final del 2029 podamos decir que fue una década positiva, en la que corregimos errores y que logramos tomar el rumbo correcto.
Una mirada al ámbito mundial nos hace anhelar que echen reversa esas tendencias xenóbofas y nacionalistas que reaparecieron y tomaron fuerza durante la década que termina y que solo han servido para generar nuevos conflictos. También esperamos que se queden en el pasado las guerras comerciales como la protagonizada hoy por Estados Unidos y China, y los ánimos aislacionistas que llevaron a que se votara el brexit en el Reino Unido. Ojalá, así mismo, que las Naciones Unidas y el mundo podamos cantar victoria en los próximos 10 años con respecto al cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, en los que los asuntos ambientales son piezas clave; sobre todo la lucha en contra del cambio climático.
Si observamos nuestra perspectiva nacional, los desafíos principales se enfocan en la mejora de la calidad de vida de todos los colombianos, en la que una educación de mayor calidad, servicios de salud eficientes y efectivos y lucha contra la pobreza con resultados reales, deben ser prioridad. La paz, desde luego, es un sueño que requiere mucho trabajo. Para esto, además de mayores inversiones sociales, con total transparencia, se requiere un Estado que se empeñe en cerrarle las puertas a la corrupción, ganarle la batalla al crimen organizado y construir un ambiente propicio para la productividad y la generación de empleos dignos bien remunerados. Hallar la solución a la crisis migratoria venezolana, a causa del régimen déspota de Nicolás Maduro, es algo que debe ocurrir más temprano que tarde.
En nuestro Eje Cafetero, que ya cuenta con una Región Administrativa de Planificación (RAP) constituida, hay grandes retos por los cuales trabajar. Proyectos de impacto regional como el Aeropuerto del Café, el Hospital de alto nivel en el norte de Risaralda (en límites con el occidente de Caldas) y la consolidación del turismo en toda la región, donde el Quindío es indiscutible líder, son asuntos que requieren trabajo mancomunado. En lo ambiental hay, así mismo, una gran agenda en la que se necesita un trabajo hombro a hombro. Para Caldas resulta fundamental concretar en esta década que comienza una carretera de primera categoría entre Manizales y Bogotá, además de lograr que el tren llegue por fin a La Felisa, entre otras importantes iniciativas de infraestructura. El desarrollo humano y social debe ser prioridad. 

Manizales también tiene grandes desafíos para concretar antes del 2030. La educación, que ha sido apoyada en los últimos tiempos, tiene que avanzar en calidad más rápidamente, sobre todo en los niveles básicos y medios, en los que tenemos falencias. La promesa el alcalde Carlos Mario Marín (quien comienza mañana oficialmente su gobierno) es que desplegará una red de cables aéreos como solución al transporte público masivo; pero lo que más necesita la ciudad es un sistema de transporte integrado, eficiente, cómodo, rápido, limpio y con tarifas muy accesibles a los ciudadanos, sin importar si son buses, cables u otros medios de transporte los que se usen. Se necesita que Manizales sea al final de la tercera década la mejor ciudad de Colombia en todos los aspectos, con gente feliz, optimista y orgullosa de su presente.