Colombia lleva varias décadas luchando contra el narcotráfico, y existe la sensación de que poco se avanza en ello, o que inclusive cada vez se vuelve un problema mayor, en medio de una guerra perdida irremediablemente. Se han ensayado métodos de aspersión aérea de glifosato para acabar las plantaciones de coca, se aplican estrategias de erradicación y sustitución, se dan golpes contra el procesamiento del clorhidrato de cocaína desde la época de Tranquilandia, y la sensación es que en lugar de avanzar se retrocede.
En el caso de Caldas, el fenómeno de los cultivos ilícitos llegó a finales de la década de los 90 del siglo pasado, y detrás de él aparecieron los desplazamientos masivos, los secuestros, las masacres y todos los hechos de violencia que tuvieron como protagonistas a las guerrillas y los paramilitares. Fue muy doloroso todo ese episodio sufrido por campesinos que fueron despojados de sus tierras por las mafias, que usaron el conflicto armado como escudo para su floreciente negocio. Todavía hoy se tienen secuelas graves de lo ocurrido en aquella época, que no podemos permitir que se repita.
Ya estamos viendo lo que ocurre en otras regiones de Colombia, donde el narcotráfico funciona sin que haya una respuesta acertada del Estado para acabarlo. Toda clase de grupos armados organizados se disputan los territorios, ejecutan masacres, asesinan líderes sociales y generan terror, con el único fin de expandir sus actividades y sus ganancias. Lo ganado a través de la estrategia bélica y, posteriormente, con el acuerdo de paz con las Farc, se perdió y amenaza cada día con agravarse.
Por eso es preocupante que vuelvan a aparecer estos cultivos en Caldas. Hace un año, exactamente, este diario denunció que en las veredas Cristales, Morroseco y Las Mercedes, de Samaná, aparecieron plantaciones de coca, de las cuales las autoridades no tenían conocimiento. Periodistas de este medio se desplazaron a la zona y verificaron su existencia, informe que, en un primer momento, fue rechazado desde la Secretaría de Gobierno Departamental, pero que luego tuvo que ser aceptado como cierto.
Ahora, la Fiscalía y el Ejército nos confirman que unidades de CTI y del Batallón Ayacucho destruyeron 18 mil matas de coca en la vereda La Ceiba, del corregimiento de Florencia, en Samaná, límites entre Caldas y Antioquia. Ya son 63 mil las erradicadas en esa zona desde hace un año. Esto demuestra que las mafias están dispuestas a seguir adelante con sus actividades ilegales, y en estas podríamos seguir por décadas si no se adoptan cambios fundamentales en la estrategia de lucha contra el narcotráfico.
Ya es hora de pensar en un cambio profundo en la manera de dar esa pelea, es el momento de atacar las finanzas de las mafias. En ese sentido, es muy pertinente la propuesta del senador Iván Marulanda, del Partido Verde, en el sentido de regular esa actividad en lugar de persistir en la prohibición. Tal vez sea la mejor alternativa que nos lleve a ganar la guerra contra ese flagelo. La historia nos confirma que ese es el camino correcto contra sustancias que fueron ilegales en su momento, como el licor, el tabaco o la marihuana.
