La llegada del papa Francisco a este cargo abrió la esperanza para muchas personas que consideraban que la Iglesia Católica no había hecho lo suficiente para detener la pederastia ni para castigar a los culpables. En el momento en que se daba el mayor escándalo en el mundo, renunció su antecesor, Benedicto XVI, y llegó el argentino con su fama de conciliador, de ser una persona que entiende más los cambios de los tiempos y decididamente en contra de la solidaridad de cuerpo para defender las malas prácticas en que hubieran podido incurrir miembros de la Iglesia.
A pesar de esto, enfrentarse a un sistema que predica el unanimismo y que por principio es confesional y atávico a la tradición, en donde el secreto es la norma, resulta muy complejo. Por este motivo, sus mensajes de preferir a los pobres, de comprensión para los diferentes, de ecumenismo en las creencias y de firmeza contra quienes cometan delitos como el abuso sexual no han caído bien en algunos sectores de la propia Iglesia.
Las cosas no han sido fáciles para Francisco. Actitudes prudentes, para cuidarse de no prejuzgar, le han valido las críticas también de organizaciones que propenden porque se conozcan todos los casos de abusos cometidos por sacerdotes y jerarcas. Así le sucedió en su viaje a Chile, y después debió enviar mensajes que le permitieran disculparse con las víctimas. Sin embargo, esta semana se produjo un documento valiosísimo, que va directo a la toma de medidas, titulado Vosotros sois la luz del mundo.
Este obliga a los miembros de la Iglesia a denunciar cualquier caso de abuso sexual y el encubrimiento. Ordena a las Diócesis del mundo a crear en un año un sistema que le permita a cualquiera realizar una denuncia y en lo procesal obliga a tramitarla con prontitud. Fija tiempos perentorios. El documento también opta porque se brinde protección y asistencia a los denunciantes y a las víctimas, sea de salud física o psicológica, algo que parece obvio, pero que como se ha visto en varios casos de estos en el mundo no se ha aplicado así.
Esta instrucción que pedían algunos jerarcas que consideraban que no era claro el procedimiento que debían seguir hasta ahora, también incluye cualquier caso de violencia contra las religiosas por clérigos, así como el caso de acoso a seminaristas o novicios. De hecho en un encuentro con monjas del mundo el viernes, el papa aprovechó para pedir perdón por los abusos que también se han venido descubriendo contra esta comunidad. No solo sexuales, sino porque son usadas como sirvientas. "Servir sí, servidumbre, no".
Qué importante que el papa se exprese con esta claridad y que sirva para que en otros países en donde no se han atrevido a hablar las víctimas de abuso sexual, como se dice que sucede en Colombia, encuentren una Iglesia que las acoja, que las apoye y que no las revictimice. Es necesario que se den mensajes contundentes como los que propone Francisco para que también los fieles puedan confiar. Esperemos que estos cambios propuestos funcionen.
