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Este domingo se realizarán nuevas elecciones legislativas en Venezuela, cuyo resultado ya puede adivinarse: la Asamblea Nacional volverá al dominio chavista y el régimen de Nicolás Maduro debilitará aún más a la ya frágil oposición, pese a que la mayor parte del pueblo de ese país rechaza las acciones autoritarias y abusivas del gobierno, que también ha fallado en las políticas sociales y económicas, así como en el manejo de la pandemia de covid-19. Sin embargo, mensajes que causan miedo, como el enviado por Diosdado Cabello, el número dos del chavismo, empujarán a muchos a las urnas: “El que no vota, no come. Para el que no vote, no hay comida”, ha dicho de manera contundente.
 Pese a que el antichavismo no reconoce esas elecciones, igual que la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea (UE), la jornada ocurrirá y sus resultados seguirán consolidando una innegable dictadura. El Ejecutivo pavimentó la victoria cantada logrando que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) interviniera varios partidos opositores expulsando y acusando de corruptos a sus dirigentes.
 El Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, organización de bolsillo de Maduro, tiene todo listo para contabilizar los votos. Como los principales partidos de la oposición fueron bloqueados o se marginaron de la que ha sido calificada como una farsa, se sabe con claridad que las sillas de la Asamblea Nacional pasarán a ser ocupadas hasta el 2026 por parlamentarios afines al régimen, lo que afianzará el golpe a la democracia. Como si fuera poco, y para asegurar un dominio completo, Maduro aumentó el número de diputados a 277, cuando hoy son 167 con mayoría opositora. Hasta un hijo suyo, Nicolás Ernesto Maduro Guerra, logrará una curul.
 Lo que es claro es que, pese a que 20 millones 710 mil ciudadanos están llamados a participar, las estimaciones de analistas es que la abstención predominará y que será una minoría la que elegirá el Legislativo venezolano. Eso, pese a carecer de legitimidad, le dará más falsos argumentos a Maduro para quedarse en el poder hasta cuando se le antoje. Por más presión que haya sufrido en el lustro reciente desde organizaciones multilaterales y diversos países, muchos de ellos poderosos, las cosas no han cambiado, y el escenario actual favorece su permanencia.
 El fracaso del intento de Juan Guaidó para convertirse en el presidente constitucional de ese país, además de la salida de Leopoldo López de Venezuela, así como la caída en el protagonismo de Henrique Capriles, además de la falta de cohesión estratégica de los opositores, en general, lleva a que se debiliten las posibilidades de que el Legislativo se mantenga como crítico del régimen.

 El proyecto de un plebiscito para que el pueblo venezolano le extendiera el periodo a la actual Asamblea Nacional se quedó en una propuesta sin bases, y Maduro cumplirá con su propósito de borrar a la oposición de los escenarios de decisión. Guaidó, de todos modos, intentará que del 7 al 12 de diciembre los venezolanos se pronuncien sobre lo que está pasando, pero es poco probable el éxito; ojalá que fuera distinto y el pueblo determinara acabar con esa dictadura sin pudor y sin escrúpulos. Para confirmar que estas son unas elecciones hechas a su medida, además de las frases intimidantes de Cabello, Maduro anuncia premios a las comunidades con mayor participación en las legislativas.