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La semana pasada se anunció que la empresa Sociedad de Transportadores de Santágueda (Sotrasán), que atiende 45 rutas a veredas desde Manizales desde hace 42 años, cerrará sus puertas a partir del 15 de agosto. Así, 231 conductores de yip quedarán cesantes, y el transporte hacia y desde la zona rural se verá afectado. Lo cierto es que como resultado de la pandemia de covid-19 la operación de estos vehículos se ha visto seriamente afectada, con impactos económicos negativos para los propietarios, los conductores, los usuarios y la misma empresa, que también mandará a sus casas al personal administrativo.
De acuerdo con los directivos de la empresa esta es la mejor salida, ya que de lo contrario se acumularían nuevos problemas que harían la situación más difícil. De hecho, muchos conductores no han pagado los impuestos de rodamiento y los gastos administrativos ya eran insostenibles para la empresa, según dijeron. Además, no tienen recursos para renovar las tarjetas de operación y el pago de pólizas de responsabilidad contractual y extracontractual, con lo que ya no sería posible hacer uso de los vehículos.
Esta es, sin duda, una mala noticia. Ahora bien, ante la devolución de rutas que hizo la empresa, es fundamental que se reflexione ahora a fondo acerca de lo que debe ser el transporte desde Manizales hacia las veredas. Desde hace mucho tiempo hemos advertido que los yip deben funcionar exclusivamente en zonas rurales, sobre todo en esas carreteras donde solo ese tipo de automotor logra un buen desempeño. 
En ese sentido, consideramos que es el momento para diseñar una nueva manera de prestar el servicio hacia las veredas de Manizales, Santágueda y el corregimiento de Arauca (Palestina) a donde llega actualmente Sotrasán. La verdad es que, pese a que hubo mejoras en los años recientes, el desplazamiento en yip no es cómodo ni seguro para quienes toman el servicio en el centro de Manizales, y los pasajeros se exponen a ser víctimas de accidentes en vías del alto flujo de vehículos.
Hay que buscar alternativas para los usuarios del transporte entre la ciudad y las zonas rurales. Puede ser el momento de establecer rutas en microbuses, por ejemplo, hasta terminales satélites en las afueras, donde se puedan hacer los trasbordos a los yip, y que estos circulen por la red terciaria y otras carreteras estrechas que corresponden a su lugar natural de desempeño. Los propietarios de los vehículos podrían constituir una nueva sociedad y enfocarse en prestar sus servicios en los lugares en los que realmente mantienen su potencial y clientela.

Es necesario pensar en buenas soluciones para los pasajeros y los dueños y conductores de los yip, pero también en las condiciones generales de seguridad vial. Donde sea que funcionen, se necesita un mejor mantenimiento de estos vehículos y una más exigente supervisión de las autoridades de tránsito para que no se abuse del sobrecupo, por ejemplo.