Desde tiempos de Platón, en la antigua Grecia, hay claridad acerca de las virtudes mínimas que debe tener un gobernante: prudencia, fortaleza, templanza y justicia. Sin entrar a considerar las tres últimas en las que también tiene, seguramente, comportamientos problemáticos, puede afirmarse en forma contundente que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, no tiene idea de lo que es la prudencia. Así lo acaba de demostrar al referirse al hallazgo que el Servicio Secreto hizo de cerca de 10 paquetes bombas dirigidos a reconocidos opositores y críticos de su gobierno. Culpar a la prensa de semejantes actos de terrorismo es algo que traspasa todo límite y que en lugar de apaciguar los ánimos ayuda a exaltarlos más.
De hecho, el mismo exdirector de la CIA John Brennan, quien también fue destinatario de uno de esos artefactos, expresó ayer que la retórica de Trump alimenta sentimientos que pueden convertirse en violencia. Es decir, si hay algún responsable de esta oleada de terrorismo que se vive allí ese podría ser el propio presidente, quien parece divertirse ayudando a encender más la hoguera en lugar de esforzarse en bajar la intensidad de la polarización política que hoy se vive en los Estados Unidos, donde se está ad portas de las elecciones legislativas de mitad de periodo, el próximo 6 de noviembre, que renovarán en alto porcentaje el Congreso de la República.
Si se observan las características de los destinatarios de los paquetes, los cuales en ninguno de los casos ha detonado por fortuna, la única conclusión posible es que los autores de las intimidaciones tienen intereses políticos claros y quieren influir perversamente en los resultados de los comicios. Frente a semejante situación lo peor que puede decirse es que los medios de comunicación (al canal CNN en Nueva York también le llegó uno de los paquetes) son los responsables de la ira que tienen los ciudadanos, justificando de alguna manera que individuos quieran tomar los asuntos por sus propias manos.
Los organismos de seguridad estadounidenses, que tienen las herramientas tecnológicas y sistemas de inteligencia avanzados, deben identificar rápidamente a quienes están detrás de este operativo de terror, y hacer claridad acerca de los responsables de estos hechos. No es de poca monta que el expresidente Barack Obama, la excandidata presidencial Hillary Clinton, el multimillonario George Soros, el actor Robert De Niro y los directivos del Partido Demócrata Maxine Walters y Eric Holder, entre otros, sean las víctimas de estos ataques.
Situación tan confusa y tensionante resulta definitiva en medio del ambiente político enrarecido en que, prácticamente, las elecciones al congreso de noviembre serán un referendo para calificar la gestión de Trump. Hay mucho nerviosismo, y republicanos y demócratas se la juegan toda para obtener las mayorías en el Congreso. Parece que las noticias falsas que imperaron durante la campaña del 2016 y que se tratan de imponer ahora se quedan cortas ante acciones tan demenciales como las de causar caos con terrorismo. En ese escenario las ligerezas y desaciertos del mandatario, más que un despropósito, son una amenaza de alto calado no solo a los medios, sino a la democracia.
Sean quienes sean los autores de este clima de terror, que solo buscan causar miedo y minar las libertades propias de la democracia, deberán tener su castigo. Con respecto a Trump esperamos que en lugar de atacar a la prensa, llame a la sociedad a calmarse y a buscar escenarios favorables al respeto de derechos y a no permitir que los terroristas se sientan autorizados para actuar.
