Las masivas protestas del sábado en Londres, Manchester, Oxford, Glasgow, Birmingham, Brighton, Swansea, Bristol y Liverpool en contra del primer ministro del Reino Unido, Boris Jhonson, por la suspensión del Parlamento durante cinco semanas, hasta el 14 de octubre, para evitar alguna oposición que frene su decisión de un brexit “sí o sí” el 31 de octubre, muestra cómo las tensiones crecen en la isla y cómo ese paso que se propone el líder conservador no será tarea fácil. Bajo la consigna “Stop de Coup” (Detener el golpe) los miles de manifestantes dicen luchar para proteger la democracia y evitar que se concrete la decisión autocrática de Jhonson de lograr un divorcio de la Unión Europea (UE) sin acuerdo, con un abandono total del mercado único y de la unión aduanera.
El Ejecutivo insiste en que Bruselas le permita iniciar una nueva negociación de salida que garantice un mejor negocio para los británicos, lo cual ha sido rechazado de manera directa por los dirigentes del bloque europeo, quienes respaldan su decisión en que ya se dieron las negociaciones con la anterior primera ministra, Theresa May, y que no hay posibilidad de hacer cambios. Ahora bien, el mismo gobierno de Jhonson ha realizado estudios que arrojan que el brexit sin acuerdo afectaría bastante al Reino Unido, donde habría caos económico, especialmente por el encarecimiento de las importaciones (los británicos compran afuera el 60% de su comida). Además, al mantenerse Irlanda en la UE, se generaría una frontera interna que complicaría las cosas. Inclusive, se tendrían problemas para la salud por la dificultad del ingreso de medicamentos provenientes de Europa. Los combustibles también podrían escasear.
Así que, el bolsillo de los británicos sentirá el impacto si se concreta la salida con el brexit duro que quiere el Primer Ministro, porque además de los nuevos aranceles que se activarán la libra esterlina terminará devaluándose. Habría además dificultades para el transporte aéreo hacia y desde Europa, y complicaciones para la movilidad interna, lo que podría llevar al cierre de escuelas y afectaciones generales al sistema educativo. No obstante, hay quienes aseguran que se exageran los riesgos para los británicos con el brexit duro, y que finalmente los efectos inmediatos pueden ser negativos, pero no tanto en el mediano y largo plazo.
La incertidumbre que genera en el mundo el limbo en el que quedaría el Reino Unido y el debilitamiento de la UE, unida a los efectos de la guerra comercial entre los Estados Unidos y China, pueden tener efectos globales muy negativos que llevarían a una recesión. Es por esto que muchos británicos piensan hoy que lo menos traumático sería cancelar el brexit por completo y mantenerse en el bloque europeo. El temor de Jhonson es que desde un Parlamento que en su mayoría está en desacuerdo con el brexit a la brava se termine tomando el control de todo, e inclusive que lo obligue a su salida. Lo que pase a partir de este 3 de septiembre en el Parlamento, cuando los legisladores regresen del receso de verano, será decisivo para el futuro del Reino Unido, de Europa y hasta del mundo.
Como sea, queda muy poco tiempo para frenar el brexit duro que se propone Jhonson. Ante esa certeza gran número de empresas europeas que tenían sede en el Reino Unido o que tenían planes para establecerse allí han decidido en los últimos dos años salir e instalarse en los Países Bajos, por ejemplo. Veremos, por eso, muy seguramente, durante las próximas semanas nuevos acercamientos entre Jhonson y los líderes europeos, con el propósito de evitar que la opción forzada prospere, y a la espera de nuevos plazos para cerrar una nueva negociación, algo que tiene mínimas posibilidades.
