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La cuarentena por la pandemia de covid-19 desnudó las enormes falencias en conectividad que hay en Colombia y la necesidad urgente de mejorar las redes de comunicación en todo el país, además de facilitar el acceso de las familias a las nuevas tecnologías. Una conectividad decente les servirá para ejecutar toda clase de acciones que ayuden a la mejora de su calidad de vida, lo cual debe convertirse en un plan estratégico para el Estado colombiano.

En el campo de la educación, las actuales deficiencias en conectividad hacen inviable que se mantenga solo el estudio desde casa, porque además de que los resultados en la calidad, en general, sufrirían grandes deterioros, los desequilibrios entre los alumnos con menos y más acceso a las tecnologías ampliarían aún más las brechas sociales, e iríamos en contravía de los propósitos de equidad que tanto se pregonan.

Por eso, si bien hay reparos comprensibles acerca de un posible regreso a las aulas de los colegios a partir del 1 de agosto, eso es algo que no puede descartarse de plano, y que necesita reflexiones más profundas y elaborar un esquema en el que se puedan obtener los mejores resultados en cuanto a los cuidados a la salud de todos, pero también buscando que los procesos de aprendizaje se afecten lo menos posible, o que incluso sean mejores para los sectores rurales que siempre han sido los desfavorecidos en el actual modelo de cobertura, calidad y pertinencia educativa.

En ese sentido, hay que observar las circunstancias propias de lo que ocurre en cada lugar y para cada situación tomar las mejores decisiones. Seguramente en ciudades como Bogotá y Barranquilla, donde son altos los niveles de contagio del coronavirus las clases presenciales no sean viables en el corto y mediano plazo; sin embargo, los municipios libres de la enfermedad y que permanecen aislados, bien podrían regresar desde la fecha prevista, obviamente siguiendo todos los protocolos de bioseguridad. En otros lugares se podrá aplicar el concepto de alternancia. Son decisiones que deberán revisarse de manera permanente, a la luz de las cifras de la pandemia.

La mejor conectividad en las ciudades permitiría que la virtualidad educativa se siga aplicando y que supere las deficiencias actuales, al mismo tiempo que se prevenga la expansión del coronavirus, mientras que en muchos sectores rurales las clases presenciales podrían impartirse sin mayores riesgos, con mejores resultados en calidad. Ahora bien, en esas zonas alejadas habría que trabajar fuertemente para que más pronto que tarde la tecnología llegue y las condiciones de conectividad sean óptimas.

En la educación superior, como quedó claro en el conversatorio organizado esta semana por LA PATRIA con los rectores de las universidades de Manizales, el propósito es que se combinen la presencialidad en actividades que la necesitan, como los laboratorios, por ejemplo, con clases apoyadas por tecnología que logren resultados más claros en el aprendizaje. No puede haber una actitud caprichosa negativa ante una presencialidad que puede ejecutarse de manera responsable. Lo sensato es ir hacia una normalidad que también garantice que la salud no se afecte.