El Gobierno Nacional dictaminó que a partir del 1 de agosto se comenzaría a normalizar la educación presencial en los colegios y universidades de Colombia. Sin embargo, en la comunidad educativa persisten las dudas acerca de cómo se hará, ya que el decreto presidencial les traslada a las secretarías de Educación la responsabilidad de garantizar que se cumplan las condiciones que permitan ese retorno.
Un problema clave de este paso tiene que ver con las características de cada centro educativo, ya que no todas las instituciones cuentan con plantas físicas adecuadas para darle vía libre a la alternancia de manera segura. Además, los índices de contagio de covid-19 para esa época van a influir en la aplicación correcta de la orden presidencial en unas regiones más que en otras.
En todo caso, lo fundamental será que se puedan seguir al pie de la letra las recomendaciones de autocuidado con respecto a la higiene permanente de manos, el uso correcto del tapabocas y el distanciamiento social. ¿Cómo serán las condiciones del transporte escolar? ¿Cuáles serán las características del descanso en el colegio? ¿De qué manera se usarán las cafeterías y comedores escolares? ¿Qué pasará si un niño resulta contagiado? Hay muchas preguntas que deben ser resueltas.
Para las instituciones privadas podrían darse cambios que afectarían su sostenibilidad económica, asunto frente al cual el Gobierno Nacional no tiene un planteamiento concreto, pero sería más complicado no hacer nada y quedarse anclados en el temor. Es comprensible que padres y profesores se sientan inseguros, pero habrá que encontrar las fórmulas para que ese proceso se pueda dar de manera exitosa, con el cumplimiento del derecho a una educación de calidad y equitativa.
Ya en países de Europa se han dado pasos en ese sentido, por lo que habrá que observar con atención lo que allí pase, para acertar en ese regreso. Los contenidos y la metodología de enseñanza tendrán que ser adecuados de tal manera que una buena combinación de presencialidad y virtualidad tenga efectos positivos. Hay que entender que la escuela no es solo espacio para adquirir conocimientos, sino sobre todo para socializar y convivir con otros, muchas veces muy diferentes.
Los riesgos no pueden negarse, pero hay que aprender a convivir con esta pandemia, cumpliendo las medidas de bioseguridad en una sociedad que no puede detenerse. Mientras que no haya vacuna, la realidad es que la posibilidad de contagiarse en cualquier escenario es innegable; hay que hacer todo lo posible para que no sea en los colegios. El esfuerzo pedagógico en este sentido va a ser mucho más exigente.
Se tendrán múltiples dificultades, pero podrían tenerse mayores afectaciones si no se hace nada; los más perjudicados en la actual coyuntura son los estudiantes de colegios públicos, quienes menos posibilidades tienen de acceder al conocimiento. Los problemas de calidad e inequidad están ahora más a la vista, y en la llamada nueva normalidad los retos son mayúsculos si se quiere no solo evitar los contagios, sino también mejorar la educación para los más vulnerables
