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No cayó bien en el país la decisión del presidente Iván Duque de otorgarle a Avianca un crédito por 370 millones de dólares, cerca de $1,4 billones. Además de que el Estado colombiano no es un banco que se pueda dedicar a prestar dinero, hay varias consideraciones que necesitan explicaciones acerca de la manera de usar recursos públicos en empresas privadas, así no sean subsidios. Desde otros sectores se reclama que muchas empresas están clamando ayudas financieras desde hace tiempo y no han obtenido una respuesta positiva.
 Nadie puede negar los vínculos de esa aerolínea con Colombia. Aquí nació a comienzos del siglo pasado, y sin duda es una empresa que ha cumplido un papel muy destacado en la historia de nuestra economía. Tampoco se puede negar que genera cerca de 17 mil empleos directos e indirectos en nuestro país, y que es la más destacada de las aerolíneas que operan en Colombia. En un momento como el actual, cuando ha sido golpeada por los efectos económicos de la pandemia, requiere una mano para que salga adelante. La duda es si los colombianos somos los que debemos hacer ese aporte a una empresa que ya no pertenece a empresarios de este país.
 Puede ser que con el programa de apoyo a la nómina se esté llegando a unas 135 mil de ellas y que el impacto sea para unos 3 millones de trabajadores, pero ese argumento no satisface una determinación que concentra una cantidad tan alta de recursos, sobre todo porque los problemas económicos de Avianca no son nuevos, y nada garantiza que la actual inyección la revitalizará realmente. Tampoco gusta que, por ejemplo, el presupuesto para el agro el año entrante ($1,1 billones) esté por debajo del préstamo para la aerolínea.
 Con este camino, en aras del equilibrio que debe tenerse en estos casos, las demás aerolíneas que operan en nuestro país adquieren el derecho a que se aprueben créditos similares para ellas, y eso también puede significar abrir un boquete para que cualquier empresa que se sienta con derechos para alcanzar un privilegio como ese, también lo solicite. El hecho de que, supuestamente, no sea un préstamo barato, es un bálsamo a la situación, pero aún sigue siendo cuestionable.
 De hecho, es pertinente el reclamo del procurador general, Fernando Carrillo Flórez, quien solicitó que el salvamento de la aerolínea, con sede en Panamá, se adelante con transparencia y de cara al país, y que el ejecutivo explique a los ciudadanos las acciones que piensan desplegar para evitar los riesgos que trae una inversión de esa magnitud. Además, porque algunos analistas critican que haya plata para Avianca, pero no para financiar la renta básica universal o para salvar las micro, pequeñas y medianas empresas que componen cerca del 90% del tejido empresarial del país.

Ante el hecho cumplido, solo basta esperar que haya garantías satisfactorias de pago para que la aerolínea ofrezca un servicio de calidad, oportuno y seguro, y que las tarifas para los usuarios no sufran incrementos que los perjudiquen. Ojalá que Avianca, como todas las empresas que operan en Colombia, salga adelante, y que eso también ayude a que nuestra economía recupere la senda del crecimiento.