La segunda década del siglo XXI que termina este 31 de diciembre representó algunos cambios de importancia para Caldas, mientras que también significó aplazamientos en otros aspectos, que marcan desafíos para la década que arranca este 2020. Hubo avances, pero quedan varios pendientes en educación, salud, innovación e infraestructura, entre otros.
No son despreciables la recuperación de las carreteras y la construcción de nuevas vías intermunicipales, así como otras infraestructuras como las que está dejando la concesión Pacífico Tres. También es destacable la recuperación de la Industria Licorera de Caldas, después de estar al borde del colapso, y la entrada y salida del gobierno de Caldas de la Ley 550 antes de lo previsto. No obstante, siguen en borrador sueños como el del Aeropuerto del Café, del cual hay algunas acciones que permiten ser, por fin, optimistas; y la construcción de una nueva vía hacia Bogotá que aún está lejos de concretarse.
LA PATRIA comienza hoy la publicación de una serie de informes acerca de las transformaciones vividas durante la última década en los municipios caldenses, en la que se observan aspectos más detallados y puntuales alrededor de estos cambios. Se presentan hoy los casos de los municipios del occidente, donde resalta Riosucio, que mejoró bastante sus recursos propios gracias a un aumento considerable en el recaudo del impuesto predial, triplicado en solo un año: pasó de $999 millones 652 mil 685 en el 2017 a $3.593 millones 332 mil 872 en el 2018, aunque solo paga el 60% de los predios. Otro ejercicio para destacar es el de Anserma, donde el 97,8% de los predios pagan. No obstante, hay mucho aún por hacer en todos los municipios para recaudar cada vez más recursos que se reflejen en mejoras reales de la calidad de vida de sus habitantes.
Un asunto que sigue pendiente en el occidente es la formalización de la minería, que infortunadamente aporta cada año numerosos muertos en accidentes, por no contarse con las condiciones mínimas de seguridad industrial en los yacimientos que se explotan, especialmente en Marmato, Anserma, Filandelfia y Supía. De igual manera, en esta región es mucho lo que todavía está por hacerse para sacarle más partido al turismo y otras labores productivas que nos podrían hacer más competitivos.
En las demás entregas de esta serie de municipios observaremos otros casos significativos como los avances en el agro, al lado del auge del cultivo del aguacate y el cacao, entre otros; las consecuencias positivas del fin del conflicto armado en el oriente de Caldas, donde muchas familias desplazadas han retornado a sus parcelas; los impactos favorables del regreso del tren a La Dorada, en medio de otros desarrollos que empiezan a evidenciar mejoras sustanciales en la economía y en el desarrollo social. Sin embargo, también hay vulnerabilidades que plantean desafíos de no poca monta. Hay que reconocer que, en el contexto general, hay una mejora sustancial en las condiciones de seguridad de Caldas, pero los intentos de delincuentes que quieren regresar, por ejemplo, a los cultivos ilícitos, es un riesgo real.
La década también termina con un hecho concreto en materia de integración, como es la próxima realización de una consulta popular para la conformación del Área Metropolitana del Centrosur, lo que tendría efectos positivos para el desarrollo del departamento. En la medida en que se concreten esquemas de integración entre los municipios, para lo cual existen diversas alternativas, será posible avanzar en proyectos conjuntos que nos conduzcan más rápido a un mejor desarrollo social y humano. Así mismo, es mucho lo que podemos hacer con nuestros vecinos bajo la figura de la Región Administrativa de Planificación (RAP), para ser cada vez más importantes en el contexto nacional. La fortaleza regional nace de la unión de las fuerzas de cada uno de los municipios.
