Si la situación para las mujeres, en materia de empleo, estaba difícil el año pasado, en esta época de pandemia de covid-19 las cosas se han vuelto realmente críticas. El 2019 terminó con un indicador de desempleo para las mujeres en Manizales del 13,81%, mientras que al final de julio pasado era más del doble: 27,6%. Si bien la pandemia también ha afectado el empleo masculino, que terminó el año pasado en 10,45% y al final de julio llegó a 24,43%, la brecha entre ambos se mantiene y todo indica que hay causas estructurales para ese fenómeno.
La situación incluso llegó a ser más grave al terminar el primer semestre, cuando la diferencia llegó a ser de 6 puntos porcentuales: 28,9%, las mujeres y 22,9% los hombres. Así, en el mercado laboral el déficit siempre es femenino, lo cual impacta duramente a toda la sociedad, debido a que son numerosos los casos de familias en las que ellas son cabeza de hogar. También es lamentable que en buena medida los salarios recibidos por las mujeres son menores que los recibidos por los hombres en puestos de trabajo similares.
Además del creciente desempleo femenino, a lo cual desde el Estado se le deberían buscar caminos de solución que rompan las brechas que desfavorecen a las mujeres, hay situaciones que las ponen en mayores dificultades y que, durante épocas como la actual, las llevan a escenarios más complejos de vulnerabilidad, como la sobrecarga laboral por llevar la mayor responsabilidad en los quehaceres del hogar y su papel como educadora en las familias en una época en la que niños y jóvenes han estado en clases virtuales.
Como si fuera poco, pese a tener muchas veces niveles más altos de formación que los hombres, muchas mujeres ocupan en el mercado laboral las plazas con menor jerarquía en las organizaciones. La época de pandemia ha profundizado aún más esos problemas, por lo que ahora se necesitan más y mejores opciones que logren cambiar ese panorama. En esto, tanto desde el sector público como del privado, se requieren acciones que cambien de manera concreta aspectos fundamentales del mercado laboral, que impliquen mayor equidad entre los empleos masculinos y femeninos.
El problema es en todos los niveles. Incluso está identificado que las empleadas domésticas fueron las más afectadas en esta coyuntura, al lado de las mujeres que tenían empleos en hoteles, bares, restaurantes y centros de belleza. En el caso de las empleadas domésticas en julio había 2.297 en Manizales, mientras que en el mismo mes del año pasado eran 5.553, lo que evidencia que cerca del 58% perdieron el empleo. La posibilidad de que esos trabajos se recuperen es compleja, ante los temores de sus patronos de que puedan ser transmisoras del coronavirus.
Para este segmento de la población es preciso idear estrategias que les permitan a estas mujeres trabajar en proyectos que puedan desarrollar desde sus hogares y que representen ingresos en cantidad suficiente para el sostenimiento familiar. Adicionalmente, es fundamental que se impulsen políticas de inclusión de las mujeres en la contratación, especialmente en cargos directivos.
