Los sistemas de pesos y contrapesos caracterizan a las democracias. Sin ese sano equilibrio se puede terminar desvirtuando el espíritu mismo del que fue considerado por Winston Churchill “el menos malo de los sistemas políticos”. Desde luego que cuando se habla de gobernar, quien está en esa posición siempre es blanco de críticas o elogios, y desde el ámbito de la política eso influye para el resultado de su administración. Estos contrapesos son más útiles a la democracia cuando hay coherencia ideológica y bases argumentativas sólidas que apuntan hacia el logro del bien común.
En el caso de los recién elegidos gobernador de Caldas, Luis Carlos Velásquez, y alcalde de Manizales, Carlos Mario Marín, sus amplísimas ventajas en las votaciones sobre sus inmediatos contendores les otorgan un capital político significativo, que podrán gastarse para impulsar desde el comienzo políticas que no sean muy populares pero que consideren necesarias. En ese sentido, contar con mayorías que los respalden en la Asamblea y en el Concejo, respectivamente, puede ser positivo para concretar proyectos que en un ambiente político distinto tendrían dificultades.
Ahora bien, resulta curioso, por lo menos, que sectores políticos que hasta el día de elecciones aparecían como los más enconados críticos de las propuestas de los entonces candidatos, terminen alineándose ahora con los ganadores, sin que aparentemente se les entregue nada a cambio, y sin el menor sonrojo. Es lo que acaba de ocurrir con los líderes del Centro Democrático en Caldas, encabezados por el senador Carlos Felipe Mejía, el representante a la Cámara Luis Fernando Gómez y el diputado electo Diego Cardona, quienes aseguran que respaldarán las iniciativas de Velásquez, a quien ahora sí se muestran dispuestos a respetar. Incluso liberales de la línea del senador Mario Castaño en la Asamblea parecen estar en la misma tónica.
En el caso del Municipio de Manizales ocurre algo similar, aunque con características aún más llamativas, ya que no todos los concejales electos del mismo partido del nuevo alcalde, el Verde, se muestran dispuestos a brindarle su respaldo, mientras que los de otras líneas políticas que lo veían antes como el gran enemigo, ahora posan como quienes estarán apoyando sus iniciativas y le ayudarán a lograr la gobernabilidad. Si bien en este caso no hay comunicados a la opinión pública, la selfi de Marín con un grupo de 12 concejales en el Club Manizales es muy diciente. Quien parecía que tendría grandes dificultades para lograr mayorías en el Concejo ya las tendría aseguradas.
Si estas alineaciones políticas van a servir, de verdad, para que desde el Gobierno Nacional lleguen los recursos que en buena cantidad requiere la región para concretar sueños como el de Aerocafé y el Plan Estratégico de Transporte Público de Manizales, bienvenidas sean. Si, en realidad, están en primer plano los intereses de Manizales y de Caldas está bien que se consoliden, sin que ello signifique cheques en blanco para los gobernantes, quienes deben interpretar muy bien el significado de esos apoyos y no abusar de ellos.
El control político serio es necesario en una democracia, un control que se haga basado en argumentos y no solo en desavenencias políticas, o con intenciones burocráticas. En ese sentido, si bien es sano que los mandatarios asuman que sus gobiernos son para todos los ciudadanos, sin distinciones ideológicas, no lo es que cedan a compromisos de otro tipo en contravía del interés general. Confiamos en que los nuevos gobernantes tienen claro que se espera mucho de ellos, y que no van a ser inferiores a esas expectativas.
