Desde el 2013 Caldas ha logrado ubicarse tercera en competitividad en el país, superada solo por Bogotá y Antioquia. El año pasado sufrió un pequeño retroceso que llevó el departamento al cuarto lugar, pero esta vez recuperó lo perdido, de acuerdo con el Ránking nacional de competitividad (que mide 27 de los 32 departamentos) revelado el pasado jueves por la Universidad del Rosario y el Consejo Privado de Competitividad. Son 10 dimensiones y 94 variables que fueron medidas en relación con las condiciones básicas, eficiencia y sofisticación e innovación, educación superior y eficiencia de los mercados, entre otros aspectos fundamentales para la economía.
Es tan bueno el comportamiento que los autores del estudio catalogan lo que ocurre con Caldas como un “caso emblemático”, ya que pese a la limitación del mercado su economía es estable y próspera. Tal apreciación es de bastante peso, si se tiene presente que el tamaño de Caldas es 10 veces menor que el de Bogotá, y estar por encima del Valle, Santander y Atlántico, por ejemplo, es un gran logro. Hay, sin duda, un mensaje de optimismo que invita al desarrollo y crecimiento, pero sobre todo a la inversión privada. El ambiente en lo privado y en lo público es propicio para que las posibilidades de crecer tengan un gran impulso.
Es muy bueno que nos sigamos destacando en educación superior, sector en el que la región ha trabajado con fuerza desde hace tiempo, en el que incluso nuestro liderazgo nacional es indiscutible. Podemos decir sin ruborizarnos que estamos recogiendo los frutos de lo que se ha sembrado. Es de resaltar, así mismo, que sigamos adelante en indicadores de eficacia, requisitos legales, capacidad administrativa y gestión.
La calificación de Caldas fue de 6,16, muy cerca de Antioquia que obtuvo 6,78 de 1 a 10, donde 10 es el mejor. De hecho, la capital del país tiene un nivel de 8,24 en el Indice Departamental de Competitividad (IDC). Esto indica que hay mucho campo para seguir avanzando y lograr consolidarse en la vanguardia. Sin embargo para llegar a eso es fundamental seguir trabajando en debilidades como la calidad de la infraestructura y en la sostenibilidad ambiental en los que se obtienen calificaciones muy deficientes. Igual ocurre con algunos aspectos de educación básica y salud, así como en sofisticación y diversidad.
Específicamente hay que trabajar con fuerza para mejorar en la cobertura neta en educación primaria y tasa global de participación en el mercado laboral en las que el puntaje se convierte un lastre para avanzar. Ahora bien, resulta más importante corregir aspectos como la transparencia en el uso de las regalías y la brecha de participación laboral entre hombres y mujeres, en los que se requiere sobre todo voluntad. Si en estas variables estamos en los lugares de retaguardia, muy cerca del 30, y no debe ser muy complicado mejorar en ello, la posibilidad de consolidarse en el escalafón entre los mejores y llegar al primer lugar debe ser un desafío permanente.
Estas mediciones son importantes porque se convierten en brújula para la región, y en punto de partida para que los sectores público y privado trabajen para hacerles frente a los lunares identificados, pero más que nada es una herramienta con la que los ciudadanos podemos pedirles cuentas a los gobernantes, quienes no deben perder el foco de las prioridades.
Otro aspecto para resaltar en nuestro caso es que Manizales, durante el 2017, se mantuvo en el primer lugar en el Indicador de Progreso Social (IPS) de la Red de Ciudades Cómo Vamos, con un puntaje de 65,8, siendo la única entre las 13 medidas que alcanza un nivel medio alto de progreso en Colombia. Debemos recordar que en este caso se miden las Necesidades Humanas Básicas, las Oportunidades y los Fundamentos de Bienestar, y que desde que se hace la medición hemos estado en la vanguardia.
