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Mientras que en varios lugares de Colombia reaparecen las masacres, que el presidente Iván Duque prefiere llamar homicidios colectivos, en el Eje Cafetero, y particularmente en Caldas, hemos visto en los tiempos recientes que los índices de violencia han ido en descenso. Durante la cuarentena se ha dado una significativa reducción de homicidios, por ejemplo. Mientras que el año pasado entre el 25 de marzo y el 31 de julio murieron asesinadas en Caldas 59 personas, este año fueron 38. En el contexto del Eje Cafetero se pasó de 218 homicidios a 145 en el mismo periodo.

De igual manera, los suicidios y las denuncias por violencias intrafamiliar, sexual y de pareja también han descendido, aunque siguen muy altas al compararlas con estándares internacionales. Además, hay que te- ner en cuenta que en lo relacionado con las violencias domésticas puede haber un significativo subregistro, no por falta de hechos violentos sino por ausencia de denuncia en muchos casos. Lo que sí es una constante es que las personas que sufren mayores afectaciones por violencia sexual son las jóvenes de 12 a 17 años, con 1.783 casos, de acuerdo con Medicina Legal.

El descenso en las estadísticas de violencia no nos puede hacer olvidar que antes de la actual emergencia sanitaria se venía luchando para tratar de dejar atrás, de una vez por todas, esas situaciones lamentables que cobran vidas en Colombia de manera absurda. Esta especie de oasis de cuarentena, en forma paradójica, no nos puede hacer olvidar situaciones lamentables como las reportadas ayer por este diario, acerca de los 771 cadáveres que aún esperan en Caldas ser identificados, y que corresponden a hechos violentos desde finales del siglo pasado. Muchos de ellos podrían pertenecer a los 1.246 desaparecidos que tiene registrados hasta la fecha Medicina Legal en este departamento.

Si bien en nuestra región la situación, actualmente, no es tan crítica como en otros lugares de Colombia, tenemos el deber de seguir logrando el descenso de los homicidios y de las demás formas de violencia que ponen en riesgo la sobrevivencia de las personas. No puede permitirse que bandas criminales que actúan en departamentos vecinos ingresen a Caldas y al Eje Cafetero a generar caos. En esto la denuncia ciudadana de movimientos sospechosos de personas armadas, o acciones propias de bandas criminales hay que hacerlas visibles de inmediato, y que las autoridades reaccionen pronto y con energía.

De la misma manera, los asesinatos de líderes so- ciales y defensores de derechos humanos es algo que debe preocuparnos a todos, igual que las masacres de jóvenes que se vienen intensificando en departamentos como Nariño, Cauca, Córdoba y Arauca. Aunque nuestra región no presenta hechos tan críticos, el afianzamiento de la violencia en otras zonas podría tocarnos si no rechazamos de manera vehemente estos crímenes, a los cuales hay que darles la importancia que merecen y no tratar de menospreciarlos a punta de eufemismos. Antes que eso, hay que lograr esclarecer estas matanzas, identificar a los autores y capturar a los asesinos para que sean juzgados con todas las de la ley.