Los colombianos tenemos hoy la tarea de acertar en la elección presidencial. Es, sin duda, una coyuntura difícil ante la realidad de las dos opciones que pasaron a la segunda vuelta y ante las cuales tenemos el derecho y el deber ciudadano de escoger a quien presidirá el Ejecutivo durante los próximos cuatro años. Quien lidere a Colombia hasta el 2026 corresponderá a un perfil inusitado en la política colombiana, al no provenir del interior de los partidos políticos que por décadas han estado al frente del poder en el país.
Una posibilidad es la que encarna el izquierdista Gustavo Petro, del Pacto Histórico, quien tiene propuestas que son muy peligrosas para la estabilidad económica del país, como su idea de poner freno a los contratos de exploración petrolera. Si bien es fundamental avanzar rápido hacia la transición energética, que garantice acceder a formas limpias de producción de energías, no es posible renunciar a los hidrocarburos sin llevar a Colombia a la incertidumbre de cuantiosos ingresos económicos que se necesitan para atender necesidades sociales e impulsar el desarrollo.
También es importante tener en cuenta que el Petro amoroso y conciliador que ofrece en esta campaña no encaja con el que conocemos de tiempo atrás, en el que también la terquedad, la soberbia y el talante autoritario ha sido su manera más característica de comportarse. En eso no podemos llamarnos a engaños. Ahora bien, también es verdad que si llegara a ser elegido tampoco significaría que se acabe el país, aunque sí representa un cambio de rumbo que podría generar retroceso lamentable.
Del otro lado, Rodolfo Hernández, de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, también significa incertidumbres en muchos aspectos, aunque el modelo económico que viene funcionando en el país no tendría cambios bruscos, para seguir construyendo sobre lo avanzado, que es importante. Un punto que se debe valorar ante la posibilidad de que llegue a la Presidencia es que, con humildad, ha reconocido sus debilidades en conocimiento del Estado, y ha manifestado su deseo de rodearse de quienes sí lo conozcan.
En el caso de que sea Hernández el ganador hoy, llegará sin compromisos con la clase política tradicional, y aunque deberá contar con ellos para sacar adelante su eventual gobierno, tendrá la libertad para hacerlo con los mejores y con quienes le garanticen un manejo pulcro de los recursos del Estado. El deseo de cambio expresado en las urnas el pasado 29 de mayo, debe concretarse en una lucha genuina contra la corrupción, ante lo cual su propio ejemplo tiene que ser el faro que guíe sus acciones de gobierno.
Confiamos en que la de hoy sea una jornada democrática tranquila en la que los colombianos salgan masivamente a votar y a expresar su voluntad frente a lo que se le ofrece. Si bien el voto en blanco no tiene validez práctica en segunda vuelta, corresponde a una posición legítima de protesta en medio de un ambiente democrático. Esperamos que, como en la primera vuelta, la Registraduría ejecute un trabajo eficiente y transparente, en el que no quede la menor duda acerca del conteo de los votos reales depositados por los colombianos. Es un momento crítico, pero también puede ser la oportunidad de refrendar el compromiso con la democracia.
