Terminamos medicalizando emociones, anestesiando lo incómodo, o callando lo que necesita palabra para sanar.
 

Vivir con espontaneidad es, también, un acto de fe: fe en que somos suficientes tal como somos, sin filtros ni adornos. 
 

 Nos enseñaron que la pertenencia es un destino, algo que un día llega y nos envuelve. Pero, ¿y si en realidad es una práctica?.

Desde niños, aprendemos que ser hombre es un proceso de negación: no ser débiles, no llorar, no expresar fragilidad. Hay que ser “...

Hemos cambiado el amor profundo por conexiones superficiales, priorizando la gratificación instantánea.

Si cada conversación difícil nos hace dudar de si la otra persona seguirá ahí, quizás no estamos en una relación real.
 

Es como si ese lazo fuera un espejo que revela mis imperfecciones y me recuerda que el amor no es una conquista, sino una entrega.

Mi promesa, en su cumpleaños, es dar más de mí y ser más hermano, no solo en los momentos buenos, sino en los difíciles.