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Las otras historias de vida de los pacientes son tan importantes como las escuetas Historias Clínicas. Aún más, en un momento dado, deben hacer parte integral del documento que concierne a la enfermedad o al estado de bienestar, antes o durante el mismo estado patológico.

Los relatos sobre la vida del paciente, dados por el enfermo o su familia, son fundamentales para entender todo el proceso de su enfermedad y podrán ofrecer explicaciones a partir de las causas o desarrollos de los quebrantamientos del buen estar de cada paciente.

Los momentos en los cuales médicos y pacientes llegan a un estado de confianza mutua, son importantes para entender todo el entorno del paciente. Esto puede facilitar la aproximación docta de la persona que va a ayudar en la recuperación del enfermo, en donde el paciente es el primer actor, consciente o no, de regresar al estado que le permita vivir con dignidad.

Hay muchas definiciones de dignidad, pero sólo una es probablemente la adecuada para referirse a la vida de un enfermo o de una persona que puede estar en situación difícil, frente a sus deseos o realizaciones y quiere vivir en paz consigo misma, disfrutando del entorno que le protege de agresiones externas  y de  mecanismos endógenos lesivos.

Toda persona, inclusive los enfermos graves, tiene derechos inalienables, los cuales deben ser conservados en toda su extensión y comprensión para seguir siendo eso, una persona. 

Por ello, las historias personales son necesarias para identificar los entornos y poder ligar o no, causa-efecto, de sus padecimientos. Estos relatos ofrecen la posibilidad de ayudar a definir el diagnóstico, apoyar la terapia, además de complementar y facilitar la rehabilitación que debe conducir, también, a evitar las recaídas o reincidencias. 

Los relatos ofrecidos por los pacientes o sus familias son aportes importantes cuando la enfermedad hace presencia y se es consciente que conduce a diferentes estados mentales y emocionales que pueden interferir con la terapia específica.

Igualmente, esos estados alterados pueden llevar a una vida de relación difícil, lo que finalmente se convierte en un círculo vicioso hasta que se desate el nudo de la incomprensión o el aislamiento complejo que puede atentar contra el derecho a vivir con dignidad.

Las historias de los pacientes son dignas de relatos novelados, como sucede con todas las personas, sin importar la ascendencia u otros seres relacionados en cualquier tiempo de su existencia. Estas vivencias pueden partir desde los períodos previos a su concepción cuando se ha tenido información familiar o de personas que conozcan la parentela.

Conocer integralmente el paciente es un deber de todo médico que tiene bajo su responsabilidad su atención   y entre más profunda sea esta sapiencia y comprensión más fácil será la relación entre los dos y, por lo tanto, el papel del médico y del paciente pueden ser mejor entendidos y ejercidos.

El mayor enemigo es el tiempo de consulta asignado.